martes, 27 de noviembre de 2012

Es hora de.

Y entonces se hizo el invierno. Tardando lo que dura el otoño y un poquito más, porque hasta anteayer estábamos bebiendo en las terrazas de los bares, muertos de risa y de cigarrillos. En un año en que se descubrió que todo es posible, incluso tropezar con la misma piedra o llorar oyendo a san Leonardo, en una noche que merece tantísimo un texto propio que yo, de miedo atroz, soy incapaz de escribirlo. Y en que también se descubrió a un hombre que escribe como los ángeles y escucha a Nacho y ama los bares y detesta las tonterías, por muy madridista que sea el idiota. Por muchas historias de amor jodidas que haya vivido. Superviviente nivel: negro sobre blanco, que es la mejor clase de supervivientes que yo conozco, o al menos la más elegante. Malditas como siempre, asaltaron las preguntas, incluso a traición y en mitad de los sueños. Las respuestas, como suele pasar  -como debe de ser-, nunca llegaron. Hubo un cuatro en raya de domingos lluviosos teléfono en mano y hubo despedidas y hubo recuerdos. Recuerdo estar en un Tony 2 a puntito de cerrar y, rezando para que no lo hiciese, contarle a alguien que la felicidad debía de parecerse un poco a eso. Recuerdo una tarde donde se mezcló todo. El vino y el licor café. La dulzura y lo más salvaje. And though she be but little, she is fierce. Recuerdo una barra en el Sacromonte, una noche de goles animales y una después de un concierto. Recuerdo una furgoneta con el maletero abierto, en un valle de cuyo nombre no quiero acordarme. Recuerdo una siesta impostora y redentora y monolítica y lapidaria. Recuerdo, porque no las quiero mirar, un par de fotos y una mandíbula. Recuerdo el carrito de homeless que vigilamos anoche. Justo cuando se hizo el invierno.


lunes, 19 de noviembre de 2012

Ahí, el frío.

Desde hace 5 años, todos los inviernos, de lunes a viernes, en horario laboral, muero de frío. Son unas 7 u 8 veces al día, las que salgo a fumar un pitillo en la escalera de incendios de un metro cuadrado que hay a 5 pasos de mi mesa. Tiene la altura de un cuarto piso y no está para nada resguardada del viento, así que yo calculo que la temperatura debe ser unos 2 o 3 grados menor que la de la calle. Y eso, en diciembre y en febrero, significa estar a pocos grados. Pero como si nevara. A mí me da igual, yo salgo religiosamente cada vez que me apetece fumar, que es bastante a menudo. Vaya, que habré salido cientos de veces.

'La pobre está tarada', pensará más de uno. 'Helarse mientras se gana un cáncer de pulmón, todo junto.' 'Además de cornuda, apaleada.' Pero no saben cuánto me gusta fumar. Que me gusta bastante. Ni tampoco lo que me gusta ese metro cuadrado que se parece a los Alpes, por urbanas y mundanas y catalanas que sean las vistas. Ni lo que me llega a gustar el aislamiento momentáneo que consigo ahí, en mitad de e-mails y reuniones y conversaciones y demás historias que pueblan un día en el trabajo. Se ha convertido, de hecho, en uno de mis sitios favoritos en el mundo. Tal cual lo oyen.

Porque ese es el lugar donde, tras horas y horas buscando una idea medio buena o la frase cuasi perfecta, ésta -como un milagro- se me aparece. No me ha pasado una o dos tardes, sino muchísimas veces. De tal forma que tengo que dejar el cigarrillo apoyado en cualquier lado (muchos días el maldito va y se vuela) y entrar como una posesa para escribirla en algún lado, no vaya a ser que tan rápido como ha llegado se marche volando, como el pitillo. Es el lugar donde he discutido con todos mis novios y desde donde he mandado mensajes locos a mis amantes. Llorando como una condenada o con una sonrisa burlona en la cara. Ahí se han gestado las mil y una convocatorias para ver jugar al hombre-perro, todos juntos, donde siempre. Ahí es donde mi madre, siempre al teléfono, me ha tranquilizado sobre unas dos mil cosas que ahora mismo soy incapaz de recordar pero en su momento me agobiaron como el demonio. Ahí, cigarro en mano, he celebrado de forma privada pero exultante cada billete de avión comprado en este tiempo. Qué sé yo: Budapest, Croacia, San Francisco, Granada. Y ahí, cómo no, también me han asaltado todos los recuerdos de Budapest, Croacia, San Francisco y Granada. 

Ahí, sin ir más lejos, se me acaba de ocurrir este post, después de un tiempito sin escribir nada. Y me he dado cuenta que el frío atroz en ese metro cuadrado es mucho menos atroz y que hace tiempo que merecía constar por escrito.

jueves, 11 de octubre de 2012

Lo dice Hemingway, no yo.

“Para escribir sobre la vida, ¡primero hay que vivirla! Y es que si uno va a ser escritor, tarde o temprano escribirá sobre todo: los lugares que ha visitado, la gente que lo ha traicionado, las damas que se ha tirado, las ganancias y las pérdidas, y aquellos momentos en que uno piensa que el mundo le pertenece”.

Respect.

lunes, 1 de octubre de 2012

señardá


Aquella noche, de festival fuera de casa, dejamos atrás los remilgos. Si se enteraban, qué más daba. Incluso si nos veían uno encima del otro. Qué le íbamos a hacer. Montamos un puzzle tremendo para poder dormir juntos, pidiendo favores a los pobres compañeros que compartían habitación con nosotros. Imposible decir cuál de los dos le tenía más ganas al otro. Llevábamos un par de meses sin vernos, hablando por teléfono. Cogimos una bicicleta, sólo una. Decir que habíamos bebido un poco es un eufemismo. La caída fue legendaria. 90 kilos de menda encima. La anestesia etílica ayudó bastante, y la hostia se convirtió en una especie de mito griego en modo vikingo. Por primera vez entramos y salimos del hotel sin parecer polizones. A la mañana siguiente, pronto, destrozados los dos, bajamos a desayunar. Luego él se fue a la playa. Ignoro con qué fuerza interior. Y cuando aparecí yo casi al mediodía, con el resto de colegas, se vino a sentar a mi lado, invadiendo la toalla y el espacio. Fue su forma de decir ‘qué pasa, vale ya de hacer el tonto’ y el personal, sin más, lo captó. Los moratones duraron semanas, y lo que es peor: hubo muchos, muchísimos más.

Yo estaba en París cuando me encontré las 9 llamadas perdidas. La decisión estaba tomada. Y algo dentro de mí dice que así es como debía ser. Sobre todo en cuanto a reencuentros animales se refiere.

……………..

Todo empezó una mañana de marzo. Había dormido menos de 2 horas y por eso tardé en recuperar la conciencia. Pero el tiempo que pasó hasta que me desperté del todo no importa. Lo que importa es que en aquel momento él estaba encima mío, y hacíamos el amor por segunda vez en la historia, en nuestra historia. Solo con ese dato, con ese detalle insignificante, ya debería haberlo visto. Había un imán entre nosotros. Nunca me había pasado antes, me refiero a hacer el amor absolutamente inconsciente, y no por culpa de una borrachera, sino en un estado de abandono total. Mi cuerpo volando solo. Ni una conexión con el planeta tierra. Nunca me había pasado antes y tampoco me ha vuelto a pasar después.

Digamos que las condiciones no eran las más adecuadas para empezar algo. Había alguien más en el panorama, y también algo más que no nos permitía tirar millas libremente. Nos dio igual todo. El sentimiento, desde el principio, fue más fuerte, y nos enfrentamos a todo lo que se iba oponiendo. No fue especialmente fácil ni tampoco especialmente difícil. Simplemente sabíamos, con una claridad meridiana, que no había otra opción.

De todas formas, tuvimos que escondernos. Durante el primer mes, más o menos. O quizás fueron seis semanas. Excepto un par de veces que salimos de la ciudad, estábamos permanentemente alerta. Una noche, cenando en un restaurante, un grupo de compañeros pasó por delante de la gran cristalera: debí de contener el aliento un minuto entero. Él, de espaldas a la ventana, no los vio. Hubo otros sustos. El riesgo lo hacía todo, si cabe, más intenso. Al final solo éramos libres en una de las dos casas, y también cuando nos íbamos a otra ciudad. Entonces nos cogíamos de la mano por la calle, o nos dábamos besos, o me cogía en brazos, borrachos como cubas los dos invariablemente, por fin libres. Pero en nuestra ciudad no. A veces nos rozábamos en el ascensor, para adoptar una falsa distancia cuando se abrían las puertas. En aquel momento parecía que nada ni nadie podría separarnos. Cualquiera de los dos hubiera puesto la mano en el fuego. No teníamos la menor idea de lo equivocados que estábamos.

……………..

Otra vez primavera. Entonces yo vivía en otro mundo y tardé poco en descubrir que él efectivamente parecía de otro mundo. Las noches eternas, las maratones más propias de un extraterrestre que de un ser humano. Al menos como los que yo había conocido hasta entonces. El acento, la media sonrisa pícara, los litros de mojito compartidos. La noche que me presentó a sus compañeros y acabamos todos en un club privado de cuyo nombre no quiero acordarme. Haciendo el cafre como muy pocas veces en la vida. Sin concesiones, sin puertas, sin ventanas. All night long.

El mismo guión tantas veces repetido. Es jueves y anochece. Primero las mil quinientas cañas. Luego ver si cenamos algo, aunque ambos sabemos que lo que interesa es el vino. De repente corte y uno de los dos se levanta y pide la cuarta copa. Y luego a casa, claro. A tomar el último chupito y sacar al alien que lleva dentro. Hasta que se hace de día –por fin viernes- y llama al curro desde la cama diciendo que está haciendo unas fotos en, pongamos, la t4. Entonces vuelta a empezar, y en algún momento toca suplicar piedad y levantarse cojeando y llegar a la ducha, y pedir que vayamos a por el periódico y la primera caña y… Si la buena vida existe, se parece mucho a ese tándem de jueves y viernes agotadores y tremendos.

Luego la noche en que, pasado un tiempo, estuvimos bebiendo en su casa. Después de cuatro horas hablando y tomando una copa tras otra en el sofá, le dije que me iba para casa. Él respondió que me acompañaba a la puerta. Y entonces me cogió en brazos y me llevó a la cama. No hubo protestas, ni remilgos, ni tonterías. El otro día de repente me acordé. Y me di cuenta de que es probable que no lo olvide nunca.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Without pickles.

1. La historia arranca a las 7 de la mañana, de meeting point en el airport, últimos 6 pitis del tirón a pulmón y una de cal y otra de arena. Casi 9 horas de vuelo plácido con sus birritas y sus pelis y 6 más de corrientes infernales y ahí te pudras, escala tremenda mediante. Festival del pasaporte y performance a cargo de unos peaches disfrazados de apples prohibidas. Han pasado 20 horas y llegamos: not bad, peñita.

2. Empieza la Dodge story. Conducir por San Francisco de noche no es un problema si llevas un GPS humano. Cenar a las 22h sí es un problema, pero al final cae la primera de sushi con beers. Dormir 5 horas es directamente misión imposible, y obviously no lo conseguimos.

3. De ahí al Fisherman’s Wharf a dar los buenos días a los leones marinos y a desayunar como los cerditos yankees que somos. Y paseamos por el downtown y por Chinatown hasta que damos de bruces con la siesta más jarta del mundo. Pero a grandes jet lags, wings radioactivas y el gogó más gayer nunca visto.

4. Kerouac mola. Nunca hay suficiente vino. Ni suficientes picnics. Qué maravilla de Whole Foods y qué bonito el día en Sonoma. Sesión de fotos bucólica y doble cata mortal para terminar en el famoso pollo del hueso de pollo. Si hay que beber sangría se bebe. Si resulta que los negros no son simpáticos, pues será que no lo son. By the way, primera ronda de chupitos con los amigos anfitriones.

5. Dormies mig agafada al meu braç… hasta que te dio el jamacuco. Trankimazín por vena (mano de santo) y carretera y top manta a Yosemite. Defiéndete de los osos como puedas y primero de los mil ‘visto, molt bonic’ del viaje. Odisea en Bishop para conseguir motel con cenita molona y pasillo del resplandor incluído. Y, a falta de bowling, seguimos para bingo.

6. El Death Valley es para palmarla, pero lo es más el pueblo fantasma camino a Las Vegas. Mentira: para palmarla es Las Vegas. Cenando en el Bellaggio y jugando a la ruleta aún más.

7. Día molón de laundry y piscina y barbacoa, y teniendo berberechos y carnaca quién quiere ensalada chunga. Aquí hemos venido a barrer… y a intentar casarnos. La despedida de soltera express no tuvo precio y el drive thru de vuelta a casa no tuvo nombre. Ojo, comer bikinis dormido es el nuevo deporte olímpico y tenemos medalla de oro.

8. All you can drink? Challenge accepted. Con la inestimable colaboración de Elizabeth y de Rod Steward y de Jägermeister. Spanish girls know how to party, claro. Hasta que caen en picado… en una estupenda limusina. Cámaras de seguridad, moquetas manchadas, tumbos varios... En fin, lo que pasa en Las Vegas... por poco nos mata.

9. Pero amanece que no es poco y seguimos vivos y es un milagro. Vomitando por dentro con toda la dignidad del mundo, eso sí. Así llegamos al díner más molón del globo y al cañón más espectacular del globo, puesta de sol incluída. Lo del alemán y las nubes y el atracón de patatas chungas no pudo estar más a la altura.

10. De aquí a jugarnos la vida en un teleférico en Palm Springs y a comer en el Far West medió el desierto de Arizona: interminable es poco. Menuda área de descanso, menuda comida de luxe en la gasolinera Love. Y una bonita tarde llegamos a San Diego dispuestos a dejarnos los zapatos y también el hígado. Tremendo día mundial del copazo y la langosta, por no hablar del sector fumeta y el batallón de colegas invita-a-chupitos. Que conste en acta: Líbido, ten points. Y los demás felices: uno menos en el zulo.

11. Trabajandoooo, en equiiiiipoooo, llegamos a Mordor, digoooo Venice. Por un lado la barbacoa, la rambla de las estrellitas y la mierda de casa de Paris. Por el otro la hip hop party, el antísonar y el Chateau Marmont. Así, all together: la esquizofrenia está servida y el peregrinaje por toda la city para llegar a casa de noche también. L.A. era una fiesta. #graciasnacho.

12. Foooto, foooto, foooto! Del subidón Transformers a las vistacas Griffith, y de ahí más millas marinas al norte. A descubrir que Dinamarca está en California y que hay restaurantes chinos con mil estrellas michelín y también panchitos que se la pegan de la emoción cuando beben con molonas españolas. Lo más de lo más.

13. Y los días pasan y el frío es polar en la costa de California y hay más puestas de sol y más vino en Morro Bay. Cantar la bamba y –no sé qué es peor- bailarla. Pegarse el hostiazo del siglo. Sentirse crazy y elegir la carretera que no toca. Y recorrer las mil curvas de Big Sur para llegar a Pijo-by the sea y luego a Santa Cruz, donde ya se sabe: a falta de sexo, rollercoasters. Por no hablar del chapuzón en modo revolcón animal en el Pacífico. Mediterráneamente? Nos partimos.

14. Por increíble que parezca, el círculo se cierra y volvemos a San Francisco, donde más que souvenirs pillamos beers. Y Chianti y más mini-copitas y un estupendo hotelaco y el día más largo del mundo, que termina en un fabuloso párking y de ahí embarcamos a Philadelphia y a casita. Y al the end no le siguen los dos puntos suspensivos.

15. Ahí quedan los 20 días, las 3.000 millas, los 200 tetris y las 1.000 performances, las burgers y los temazos, los cincuenta outfitters y el trillón de fotos, los tropecientos turnos de ducha y los mil sofás-cama, por no hablar de los cafés en modo mascota o del coche directo a la basura.
Ahora sabemos que los pasillos de los moteles son el mejor after, que las birras se miden en pitchers, que la depilación láser se sale, que hay un mamachicho entre nosotros, que la gravy es espesita y que un road trip en modo six-pack puede ser una locura pero también la monda. Y todo without pickles, con el viento al pelo y sin despeinarnos: that’s the way I like it.

lunes, 30 de julio de 2012

sin nubes negras detrás.

y me vi llorar,
un río a cada lado
de mi rostro sin desmaquillar
como la propia caty jurado
pero sin nubes negras detrás.

y me vi beber,
en una maratón de 15 horas
que acabó como acaban las grandes maratones,
en noches de blanco satén,
mañanas de resaca y moratones.

y me vi reír,
nadie nunca fue mejor acompañada
porque zipi y zape nunca fallan
bendito par en misión rescate
cofrades de la santa animalada.

epílogo entre maletas, armónicas y panderetas:
entre el dolor y la nada hay que elegir el dolor.
todo lo demás es de cobardes.
en realidad no hay opción: quien lo vivió lo sabe.

y entre la resaca y la nada, qué queréis,
todavía hay menos dudas;
en todo caso otra cerveza y carcajadas.


lunes, 9 de julio de 2012

ella.

Esto es porque nunca nadie cocinó y nunca nadie cocinará mejor que ella. Porque si alguien sabe algo más de sacrificio, o de amor incondicional -que viene a ser lo mismo- es un puto extraterrestre. Porque perdió a todos los que la rodeaban y aún así siguió viva -probablemente más que nunca. Porque aún hoy sigue aprendiendo con un hambre animal, de neurología a política, de biología a matemáticas, y suma y sigue. Porque no pudo estudiar y aún así la muy bestia sabe más que nadie. Porque es tolerante y valiente y dulce. Porque es sensible hasta límites insospechados. Y porque es más fuerte de lo que todos los demás seremos capaces de soñar por mucho que vivamos. Porque no es una madre pero como si lo fuera. Porque vive sin dar lecciones pero su vida es una lección maestra. Porque casi no oye, y es incapaz de percibir los sabores y aún así sonríe cuando le llevas un pastel un domingo por la mañana. Porque guarda secretos como nadie. Porque a su lado está prohibido estar medio triste. Porque si la ves leer como un crío se te caen las lágrimas. Porque si alguien merece seguir aquí, a nuestro lado, es ella y nadie más que ella. Porque es imposible querer más a una personita molona, enorme, maravillosa, única, que en unos días va a cumplir ochenta y tres veranos. Y porque el día que no esté nos va a matar a todos un poquito; y el vacío, el muy maldito, no va a poder explicarse con palabras.

jueves, 5 de julio de 2012

como un gran sol


Y dormirá con los peces, o con señoritas molonas disfrazadas de sirena de voz de terciopelo o de cazalla. Y vivirá otros chapuzones y otras maratones, que serán de esas que dejan escalofríos por secuela pero que a la larga, despacio, se pierden. Y entonces todo, absolutamente todo, arderá como un gran sol, de la misma precisa manera que ardió las otras veces, dejando montones de ceniza y también restos de brasas, que algún día, de noche, cuando vuelvas a casa andando despacito, después de las quince cervezas de turno, relucirán.
Ahí es cuando se hará el silencio, y habrá que recuperar los disfraces de témpano, y los de bukowski y mata-hari, y también las últimas copas anestésicas y lisérgicas y terroríficas, por geniales. Y no saldrá bien, sino que saldrá pero que muy bien: si algo has aprendido a hacer en la vida es exactamente eso. Si algo no ha fallado nunca, es el ambicioso plan.

jueves, 28 de junio de 2012

de óleos, unicornios y ojalás.

por una bendita casualidad esta tarde escuchas a silvio y te transportas a un coche, cuando aún no entendías nada pero cantabas -lo has hecho siempre- los estribillos. tenías 7 años pero ya viajabas de copiloto, porque la verdadera copiloto se había ido hacía unos meses, y eso también te costaba -y mucho- de entender.
de ahí saltas a una noche de final de primavera, en aquel momento en que las historias acaban de empezar y hay que poner canciones que camuflen los conciertos de gemidos en estéreo. 19 años y cargándote una movida para empezar otra que, como no podía ser de otra forma, también fracasó.
y esto te lleva de cabeza al mismo fracaso, que -milagro- un sábado por la tarde no lo fue tanto. porque de la mesa del ordenador a la cama mediaron tres canciones. porque los litros de sangría en sangre también omnubilan. porque un rato de abandono nunca fue tan bonito ni tan animal ni tan culpable. porque, para mayor despropósito, fue el primero de varios. y porque, por encima de todo, por una vez y sin que sirva de precedente, esto no lo has jodido. y ahora es diferente pero sigue siendo igual de bonito. o qué cojones, infinitamente más.
han pasado los años, y hoy, que tienes a alguien esperando a que den las siete para verte, y que no es la primera vez y -apuestas- tampoco la última, sigues sin entender demasiadas cosas, pero sí que has visto algunos óleos y has hecho caer algunos sombreros. y has buscado mil veces (y no la has encontrado casi nunca) la palabra precisa. y también hubo sonrisas casi perfectas. y viviste esperando abril, y añorando el breve espacio en que no solo no está sino que no estará jamás. siendo violenta y tierna, con la breve locura de quien sabe que el tiempo sigue jugando órdagos y que esto, por más que te duela, ahora ya sí, sí que ha hecho más que empezar.

miércoles, 13 de junio de 2012

un ripio fatal

esto es el baile de un carnaval
de máscaras rotas al pie de la cama
el enésimo juicio sumario final
la peli sin wayne sin guión y sin trama.

la misma broma absurda repetida
la isla desierta que andas en sueños
la sed de la maja vestida
el perro que ladra llorando a su dueño.

es la trayectoria de un huracán
los párpados hechos metralla
el alí babá que se siente sultán
la guerra civil sin su cota de malla.

un ripio fatal
el vuelo de un par de vencejos
la sala de espera de un hospital
la cámara negra de los espejos.

mi amor, mi desquicie, mi paz
la banda sonora de un desconcierto
un pobre animal que hace el muerto
en el centro de un mundo sin mar.
mi voz su guitarra mi halo de luz
un vaso que nunca se acaba
el verso maldito que llega y se clava
en lo más profundo de la yugular.

martes, 12 de junio de 2012

a contraluz.

confesaré cualquier cosa a sabiendas de que puedo hacer algo mucho peor. apostaré doble o nada contra mí, con la absoluta certeza de que voy a fracasar. perderé mil noches más. rezaré para escapar de la lava de los brazos del volcán. y lo haré de nuevo a contraluz, de espaldas a un cielo que ruge y explota en azul.

confesaré además que no es la primera vez. que nunca llegué a saber, que más bien desaprendí. que poniendo todo el empeño no dejé de sucumbir. que el ejército de damnificados no para de crecer y que gime de dolor. que no pueden gritar más. que no hay rehabilitación y nadie me va salvar, ni siquiera el propio ángel redentor.

y mientras avanzaré en la niebla, y a ratos miraré atrás. para recordarme que aún así seguí adelante. que ahora tengo un nuevo corazón. que los días impares de junio puede salir el sol. que los textos susurrados me emocionan. y que anoche te llamé desde el balcón porque yo perdía la fe y tú ya no eras mi persona.

domingo, 3 de junio de 2012

otra vez.

El zumo de naranja por cojones, los besos en el último escalón, el mes de mayo más bonito, la resaca mano a mano a mejillones.
El cepillo de dientes escondido, las uñas pintadas a la perfección, la planta que ahora vive conmigo, el sol despertador desde el balcón.
La tormenta imperfecta a las siete de la mañana, el 'no me digas esto más', habernos conocido allá en Granada, Cortázar invadiendo la ciudad.
El enésimo chupito, la llamada perdida del millón, el grito de animal herido, el 'eh, nos vemos pronto', el subidón.
Los mil quilómetros, las quince noches, los libros rotos, las cuatro manos, el par de fotos, la absurdidad y la ñoñez. Vestirse para ir a otro concierto. Las ganas de tenerte aquí otra vez.


martes, 15 de mayo de 2012

las malditas consecuencias


Hoy, ole tú, después de tantísimo tiempo, vuelves a sentir que eres gilipollas. Porque bajas a leer al sol con un café y sólo entonces, de puta casualidad, porque piensas en él porque sabes que se pasa la vida leyendo solo, te das cuenta que en un par de días se va, y lo que es peor: que le vas a echar de menos. Así, tal cual. Y tú, que estás acostumbrada a casi todo pero no a esto, te maldices y blasfemas y te latigas y te fustigas. Porque aún teniéndolo terminantemente prohibido has bajado la guardia. Y sabes que ahora, como no puede ser de otra manera, te tocará pagar las malditas, por catastróficas, consecuencias.

miércoles, 25 de abril de 2012

primaveras de derrotas y reconquistas

Tener todas las de perder y -cómo no- terminar perdiendo. Clásicos, semifinales, la vergüenza, los papeles. Seguir haciendo el animal para que un domingo por la mañana de abril te llamen linda. O prenda. O primor. Y tú por los suelos. Una primavera más. Un viernes al mediodía menos. Con 'Tú, misionero de Dios' como himno. Y allá en el horizonte, California. Para que nos arruinemos. En un punto indeterminado entre una playa con palmeras y una mesa de casino. Los crupiers ya están temblando. Por no hablar de los pobres socorristas.

Y esta vez sí. Tremenda reconquista. Melenas y hoyuelos mediante. El caña-tapa es el verdadero sueño americano y ellos, criaturas, no lo saben. Acostarse oyendo una guitarra flamenca. Los pollúos y los líquenes. Una barra en el Sacromonte con vistas de esas de 'no hay en la vida nada' y la verdad es que no hay en la vida nada. Y los naranjos disfrazados de manzanos. Y la Alpujarra cantando a Sabina. Y el niño de la almendra. Y Ruido. Y la levantá por partida doble. Piel de gallina es poco. Porque no pudo ser más bonito. Porque, cuando pensabas que habías perdido Granada, descubres que más bonito no hay nada.

En la caja de música suena una y otra vez la misma canción. Y tú ni la intentas parar.
Y cada noche me meto yo en el sobre y me acuerdo cuando estaba yo en Graná. Y por la mañana me levanto de la cama pensando cuándo volveré a Graná.

lunes, 2 de abril de 2012

la revelación.

Te ha empezado a entrar miedo. Estás ahí tumbada y de repente lo sabes. Como una revelación. Te asusta que sea verdad que no va a cambiar, qué niño ni qué niño muerto. Entonces te ves en 2, 5, 10, 15 años y con estos pelos. Porque (y de esto te diste cuenta hace mucho tiempo) para ti es irresistible. Eso significa que no vas a poder luchar contra ello. Y piensas que es jodido, y que la adicción al veneno nunca fue más tremenda y más real. Porque si esto no logra detenerlo no habrá nada en el mundo que ponga el punto y final, ese al que no le siguen los malditos suspensivos.

Para colmo ahora haces yoga. Pero cuando se lo cuentas te da la risa. Porque donde tú ves serenidad y paz interior (y ahora mismo estás tratando de escribirlo con toda la dignidad posible) él se imagina las más increíbles posturas. Menudo bicho. Tú te descojonas, simplemente porque no puedes hacer otra cosa (y porque probablemente nunca podrás).

Y habla por los descosidos, y tú, sentada al lado, los 2 en modo sofá a estas alturas, a estas horas de la madrugada de un jueves de primavera, le miras y aún no sabes que la revelación te asaltará en unas horas, dejándote paralizada. Y empiezas a asimilar que es probable que ya nunca tenga que llamar dos veces. Y que igual tienes que dejar de cerrar la puerta tras él.

lunes, 27 de febrero de 2012

dos palmos.

Medía dos palmos, y no es que haya crecido mucho desde entonces. Quedaron, como siempre pasa con las tardes de febrero desastrosas, secuelas en el corazón. Se hizo fuerte por decreto ley, muriéndose por otra parte un poquito. Doctorándose cum laude en el arte de descreer a conciencia y de por vida. De grises, nada. Cambiar, nunca. Luego vinieron los nuevos estribillos, las segundas voces. Incluso se puso tacón. Un mes de marzo hubo un tsunami en que hubo que nadar por lo civil o por lo militar. Perdiendo la ropa por el camino. Fueron las mil millas mariposa. Unas corrientes infernales. El homicidio servido con hielo y pajita. Las habitaciones de hotel. Ocurrió lo que ocurre siempre. La mariposa se extinguió. De ahí al serial killing mediaron 3 conciertos. Haciendo de la autodestrucción un mito. Coleccionando resurrecciones. Ahora mide tres palmos y pico. No se llama Martínez pero algo aprendió. No deja de saltar por principio. Y por fortuna, cae de pie.

martes, 24 de enero de 2012

Prefiero

Prefiero la primavera.
Prefiero la noche.
Prefiero el humo.
Prefiero los tipos que leen.
Prefiero el fútbol.
Prefiero el bourbon.
Prefiero la música en directo.
Prefiero la incondicionalidad a la brillantez.
Prefiero la gente imperfecta.
Prefiero las islas.
Prefiero el café.
Prefiero conducir.
Prefiero las clavículas a las manos.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos.*
Prefiero recordar.
Prefiero saber, siempre.
Prefiero un periódico al sol en invierno.
Prefiero el carácter, aunque luego me arrepienta.
Prefiero Madrid y Gijón.
Prefiero decidir a que decidan por mí.
Prefiero creer.
Prefiero el salitre, con todo lo que conlleva.
Prefiero la responsabilidad de elegir y fallar.
Prefiero los hoteles.
Prefiero la cerveza.
Prefiero despertarme con ellos a que se vayan.
Prefiero la terminal de salidas a la de llegadas.
Prefiero las canciones que hacen llorar.
Prefiero la segunda botella de vino y la penúltima copa.
Prefiero un montón de cosas que no escribo ahora a otras muchas que tampoco escribiré.
Prefiero la luna.
Prefiero arriesgar.
Prefiero doble o nada y todo ya.
Prefiero lograr una voz a lograr todo el dinero del mundo.
Prefiero la sensibilidad.

*Bendita sea Wislawa Szymborska.

miércoles, 18 de enero de 2012

Especial patas de gallo.


Puretilla de pacotilla
marinero en proa
que tira millas a toda vela,
la vista fija en el horizonte.
Doblón de oro con banderillas:
la cabra es coja pero va al monte.

Puretilla de pacotilla
patas de gallo.
Tráeme más vino que hoy doy el callo
patria querida, alma de chino.
Otro trasnoche y quinientos días
despotricando por bulerías.

Puretilla de pacotilla
estómago maldito por taleguero,
dame un Marlboro, toma el mechero.
Sección deportes, conflicto armado;
vaya cum laude
de tertuliano tan mano a mano.

Puretilla de pacotilla
ley del feriante.
Las cosas claras: manque se pierda
siempre p’alante.
En edad de merecer o lo siguiente
que éramos pocos, estamos locos y sobra gente.

Puretilla de pacotilla
savoir faire los días impares.
Que le des gas, ergo no pares:
sigue bailando como un demente.
El resto ya lo controlas;
un par de dedos de espuma y alguno menos de frente.

martes, 10 de enero de 2012

Enough

Noches árticas. Kapitoil. Un arroz a tiempo. Ostras. Naranja y clavo de olor. Marías. Me he perdido. El salitre. La calle de los barcos número 7. Las pichinas. Líbido y reglazo. La penúltima letra empatados. La barba, siempre. Leer recién levantada. El dios salvaje. La banda sonora. Los ojos cerrados. Los 3 deseos. Un chat que se abre. El mando a distancia averiado. La escalera de incendios. Berberechos. Deuvedés. Una caja de madera. Los pilotos borrachos. Anteayer. La ropa en el suelo. El cielo. Los achuchones. Las mentiras. Los recopilatorios. La cara de yonki de Gabino Diego. El primer trago de cerveza. Perder de vez en cuando. La forma en que escribe. Los ataques de tontería. Un diván. Las 18h59. Tac.

martes, 3 de enero de 2012

Será

Será las Termópilas o no será.

Todo lo que no sea una batalla campal os lo regalo.
Veo que asentís.
Y eso está muy bien.

Todo el mundo sabe que entre la cena y el desayuno hay un abismo.
Ahí es donde no hay que renunciar.

O sí, con el convencimiento de ser unos pusilánimes.
Y los cobardes no saltan al campo ni salen al ruedo.
Se quedan en zapatillas.
Por eso los banquillos están llenos.
Por eso y porque son más cómodos.

Pero la comodidad es gris y es barata y es vulgar.
Ahí cada cual sabrá qué pie calza.

Y esto es así.