miércoles, 2 de julio de 2014

Y al final.

Joder. Hoy –justo hoy- va y se aparece el tema. El único de Bunbury que puedo soportar (es más, es que lo adoro) y probablemente el único que podré soportar por los siglos de los siglos. Todo lo demás, esa voz, esa pose… me sabe mal decirlo, pero no son para mí. Y mira que lo hemos intentado.

Se aparece, decía, y tiene los santos cojones de hacerlo justo como la otra vez. En verano.

Así que una vez más, como un resorte, la bailarina en la caja de música se pone a dar vueltas, entre narcotizada y enloquecida. 

Dale: inténtala parar.

Y mientras te esfuerzas, permite que te invite a una última caña. Yo me levanto y la pido. Ya sabes: no importa que tengas algo mejor que hacer…

Cógela, da un trago. Y permite que te diga que ha sido duro. Que hubo días en que más que duro era imposible. Que probablemente me voy a acordar siempre. Que hubo mucho polvo por morder. Que nadie lo llegó a merecer.

Permite que te diga que hice lo que pude. Que no había un plan, que no supe más. Que la mayor parte del tiempo ni yo me entendía. Que nunca creí en las conciencias tranquilas.

Permite que te cuente que di diecinueve bandazos y me pegué unas quinientas hostias. Que he dormido poco y he bebido mucho. Que además de poco, cuando escribo lo hago mal.

Aun así, permite que te dedique la última línea. Que te vuelva menos loco. No importa lo que pienses ahora… Pero sí, si te dejas, vendrán otros vals.

Y al final, quiero verte de nuevo contento. Como mi bailarina imparable, sigue dando vueltas. Con todas tus fuerzas. Vamos, valiente: aguanta de pie.