1. Las cosas se hacen a
lo loco o no se hacen. ¿Que el vuelo sale a las 9 de la noche? Pues ya si eso quedamos
para comer y nos pegamos una sobremesa digna de El Padrino, mixinos y toneladas
de hierro a la venta mediante. Estooo… #graciasFeli.
2. Ya se sabe: volar con
Ryanair es ver pasar a los tropecientos en un segundo, con toda la épica que
eso conlleva. Y luego viajar a la velocidad de Hertz –vértigo es poco-, para
acabar teletransportándote a la crepería con más estrellas Michelín del
planeta. Y en fin, ¿que no quieres copa? Pues toma 2 tazas. A esas horas, la
corona de Miss Simpatía estaba más que reñida y perdíamos efectivos por
momentos, así que tomamos la única decisión posible: anda y tira pa’ casa.
3. Levantarse y llegar a
Stintino fue facile e divertente. Y
la Pelosa, cómo no, estaba vacía y era paradisiaca. Así que, para celebrarlo,
hubo que cenar pizza y mejillones y acabar bailando la Macarena en la wifi-verbena
más tremenda del pueblo. Que luego afloraran el cachondeo y la claustrofobia en
casa del Nonno (y sus puritos) fue lo de menos.
4. Y amanece y ya es
domingo y el desayuno ha sido un sueño. Más reales fueron las cuestas de
Castelsardo y el intento de robo de cuchillo, pericolosas es poco. Una de frutti
di mare y otra de saltar olas y parece que llegamos a Porto Cervo –eso sí, multa
mediante. El concierto en el chiringo no tuvo precio y lo de buscar
aparcamiento no tuvo nombre. De la cena... mejor ni hablamos, pero del modo ‘le
odio: me lo tiro’ sí. ¿Qué, reina? ¿En tu yate o en el mío?
5. Maraia: easy, easy,
no. Yo no lo pienso pagar. ¿Pero qué mierda de enchufes son estos? Grande la
performance matutina, con el recepcionista en la lona por knock out y tirando millas marinas a coger nuestro barquito deluxe
dirección a las islas. La densidad de slips chungos por metro cuadrado
desbordaba cualquier expectativa y el agua era cristalina y los bañadores rojos
inhumanos. Trae otra ronda de Ichnusa, corre. Qué bonita nuestra roca y qué
tremendo ser las suecas del percal. Desde aquí un saludo a Manolo y otro a
Tarzán de la selva. Con cabezadita, claro.
6. De la merienda exprés
a Cala Gonone hubo que jugarse el tipo de nuevo. He visto carreras de Nascar
más seguras que el aterrizaje forzoso en la gasolinera y curvas menos crazys
que aquellas, y también noches menos cerradas. Pero llegamos y al asunto le
ponemos dos de mejillones (dos), un vinito y limoncello: por todo lo alto, oye.
7. Abróchense los
cinturones, porque empieza la Scary Movie. Hola, Roberto; adiós, mundo cruel. Y
dale gaaaaas… hasta que topas con la boya (¿la cortamos, no?) y te dejas los nervios,
la cordura y los pulmones. El rescate a cargo del carrito del helao fue legendario, por no hablar de bañadores
rojo y verde en el único segundo del día en que parecimos dignas. Enorme el momento
barco Playboy: #muybienniñas.
8. Ah, que subir a la
puta barca es imposible… Cabrona, quita de mi vista el salvavidas! Joder, que
me mareo viva… Coño, que hay medusas! Aaaay, que estoy fatal! Pues venga, comemos!
Y si eso dejamos la cubierta en modo tomatina a ver si nos atacan un millón de
abejas y acabamos saltando por la borda… o estampadas en la borda. O con
chopped en la borda: yeah.
9. Pero ánimo valientes
y nos sobreponemos y nos largamos, dando unos 200 voltios para recuperar el famoso
bote de crema náufrago. Que volvemos a anclar de cojones y hasta nadamos. Y
parece que lo lograremos (JUAS) hasta que la puta chiave se va al carajo y empieza la segunda operación rescate, a
hostión de menda por segundo y a barco guiri por minuto: que acabe esta maldita
pesadilla.
10. Ya en tierra
–lagrimita- la estrategia se desmorona (unas birras, ¿no o qué?) y por fin
conseguimos llegar a la ducha y a la cena y al festival del chupito con flamenca
y piripi como invitadas especiales. En cuanto al mar… vaya, que lo dejamos
fino. Y en fin: que las cosas no son como empiezan sino como acaban y los
favores van que vuelan y en la litera falta gente. Sí, sí: ten points again.
11. Es un miracolo, pero el comando Sor Yamaha
sigue entero. Así que corre a la pequeña (y desértica) Tahití y consigue comer
como puedas y… Paren máquinas, que la tarde ibicenca a base de cócteles y pool party nos la merecíamos. Aunque
perdiéramos las bragas en el intento.
12. Buenos días,
Alghero. Aquí hemos venido a hacernos la manicura y a comer tortilla de
patatas. Y en la calita está EL hombre y el chiringo es la monda y las pizzas
con ensalada molan lo justo y aún nos quedan fuerzas para bailar Enrique
Iglesias (y enseñar una teta: ¡!) en el garito de turno by-the-sea: ole con ole
con ole.
13. Y la historia toca a
su fin y al último día hubo que ponerle playa y birritas y souvenirs y un
atardecer inhumano y la muralla y la cenita y la última copa con musiquita. Y
nosotras volamos de vuelta para acabar dando de bruces con el Papa, que nos
espera con sus Baileys adulterados y sus negocios educativo-escandalosos y sus
cuarenta recortadas. Pericoloso es poco: ¡vamos, corre, derrapa!
14. Ahí queda la ruta
tremenda, nuestro coche rojo vacilón, los playazos desiertos y los selfies
inhumanos. El ‘conozco un par de casos’, el ‘espera que me ducho’, las listas
en modo cafre, los pibones y las epidemias de moratones. Por no hablar de lo
bien que aparcamos en la selva, de Leoncito Benavente a la banda sonora o de las
sobredosis animales de mejillones.
Ahora ya sabemos que los
pueblos en esa isla están todos en Pernambuco, lo que es pelearse por poner las toallas en la
playa, que los turbantes hippiosos se salen y que las pasiones sardas también
se salen. Sin olvidar que secarse el maldito pelo puede llegar a ser misión
imposible, aunque no tanto como salir vivas de una Zodiac, o de los
restaurantes aka. miradores.
¿Eh, he puesto imposible? Calla: quise decir inolvidable.