lunes, 16 de septiembre de 2013

5 tipos de personas que merecen (todos) mis respetos.

1. Cualquiera que escriba bien. Que sepa poner una coma en su sitio, construir un discurso, plantear un símil, traer bien una anécdota. No sé si alguien ha llegado a demostrar que escribir bien significa pensar bien, pero para mí es un sí rotundo. Solo esto puede explicar fenómenos como que Nacho Vegas me parezca el tipo más atractivo sobre la faz de la tierra o, aún más delirante, la simpatía que he sentido siempre por Marías. Es más: si hay algún modo de enamorarse a primera vista, tiene que ser precisamente a través de la vista, esto es: leyendo. Si además el escritor en cuestión tiene algo de chuletilla y se maneja bien con la ironía y el cinismo, las posibilidades, directamente, se multiplican.

2. Las personas que se dejan llevar, creyendo ciegamente en el derecho a la embriaguez, y que luego son capaces de soportar la madre de todas las resacas con dignidad y estoicismo, que es como se libran las peores batallas. Hay que desterrar la contención, a poder ser apretando los dientes y pidiendo otra caña, y esto debería estar tallado sobre una tabla cual undécimo mandamiento. Hay que preocuparse menos por las horas que dormimos, hay que rozar (un poquito) el ridículo, hay que salir al ruedo. Sobre todo cuando la alternativa a todo esto es precisamente lo contrario. Porque la moderación suena más a invento católico que a pedal de delay. Y al final, se vive peligrosamente o no se vive; y si hay que pisar cristales, y parece que hay que pisarlos, es mejor que sean siempre de Bohemia.

3. Los que van solos al cine. Porque eh, para ver una peli no es necesario nada, y mucho menos nadie. Y porque me recuerdan que es algo que debería hacer (mucho, muchísimo) más a menudo. Porque al final es tan sencillo como coger un libro, y es que ni siquiera hace falta llevar zapatos caros o ser valiente. Como mucho lo que hace falta es salir a la calle y ser un poco molón, y precisamente a algo así me venía refiriendo.

4. Los fanáticos del fútbol, y especialmente los que recuerdan con facilidad las más mínimas historias sobre partidos, futbolistas y demás atrezzo alrededor del césped y te las sueltan con una media sonrisa cuando menos te lo esperas. Los que creen que Messi, efectivamente, no puede ser más que un maldito perro, y los que los días de partido se levantan más contentos, y se niegan a ver el fútbol en casa y si se juega una final se lanzan al chupitogol como quien salta al mar desde un barco varado en una cala perdida. Los que escriben sobre fútbol ya son de otro mundo, de otra liga, que -dicho sea de paso- se debe de parecer más a la de los hombres extraordinarios que a la de los galácticos repeinados.

5. Las personas que no escriben bien, son abstemias, aburridas y desprecian el fútbol y sin embargo son discretas, leales, generosas, incapaces de juzgar o de ser crueles (que no mordaces). Las que llegadas a un determinado momento y a un determinado lugar cierran la boca y cierran filas y se comprometen por algo o alguien en quien creen. Las que saben que las mentiras deberían siempre parecer mentira. Las que se arremangan y lo dan todo y luego se hacen la manicura. Las que se la juegan y se la pegan y se levantan. Las que entienden que algunas cosas no tienen cura.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Y septiembre.


A septiembre se lo coge por los cuernos o no se lo coge, porque es cabrón, despiadado, traidor. Septiembre es básicamente celebrar mucho la vuelta del futbol (que no la del cole; hola, Neymar) y beber lo bastante como para olvidar que anochece cuando menos te lo esperas y que pasarán muchos meses hasta que vuelvan los road trips, el salitre y el sol.

Septiembre es pensar un poco menos en ti porque, y no sé si alegrarme o no, no llegamos a vivir ninguno juntos. Es seguir devorando libros sin piedad, por más que cueste tanto levantarse al día siguiente. Son las cenas de bienvenida a todos los que van aterrizando en la ciudad. Y es también engañar al alma poniéndose una prenda más de ropa cada vez, una y sólo una, como disimulando, para que el día que tengamos que llevar jersey no nos tiremos por la ventana de la pena.

Septiembre es para los valientes. Para los que piensan eh, será divertido, y no será igual y viajar a morir de frío también vale y pasear por ferias navideñas de ciudades desconocidas es bonito y si la cosa se pone fea siempre quedará pensar que como todo el mundo sabe, los rusos los primeros, los cócteles de alcohol e hipotermia siempre han sido certeros, infalibles.

Septiembre es un regalo que aún conservo, una canción recién llegada, el recuerdo de un olor en una playa. Es buscar una cabaña en Villacarriedo o el Empordá por si hay que ponerse serios. Es largarse a Madrid en tren para escapar. Hacer un poco el tonto por aquello de no cejar. Es campañas, baloncesto, nostalgia de zamburiñas, es más vino, es más Camba, es la lluvia, el gallo rojo y los conciertos.