Ay Granada.
La ciudad que más
marimorenas ha visto armadas. Y no me refiero a la Historia con mayúsculas y a
sus turbulencias (que también), sino al cóctel molotov que suele armarse entre
dos animalicos después de millones de cañas, caña tapas, copazos y demás. O
si no que le pregunten al Niño de la Almendra. O a alguno de los dos melenas
molones que tuvieron la fortuna (¿el infortunio?) de vivirlas un día conmigo en
modo partenaire. Y –cómo no- a miss Square.
Porque Granada resucita
a los muertos, y eso es así. Y en ella se pueden agotar todas las vidas de los
gatos e incluso alguna más. Como prueba, una breve ruta sujeta a lo que aún da
de sí la memoria, aunque si lo recuerdas
es que no estuviste, lo cual es una sentencia muy grande y muy adecuada para hablar del lugar más bonito del sur del mundo.
Granada es infinita. Es el Darro y son los Tristes, es las berenjenas con miel –y esto es muy serio,
porque son Dios- de Casa Julio
(desde 1947), es el Mirador de San Nicolás, es el -benditas 2 cenas- Huerto de Juan Ranas
(callejón de la Atarazana Vieja 6, y sí, tiene pérdida).
Granada es el Candela, el rollito del chiringo en el Sacromonte y sus 200.000 quintos a la hora, el Peatón y la Percha y el Ruido Rosa y el Amador. Granada es –piel de
gallina- Morente y también es J y es aquella maldita noche sabinera y son aquel par de idiotas.
Granada es el Realejo y la Tana y la
Pajuana y cada una de las
tropecientas cuestas que suben al Albaicín, especialmente las que esconden
patiecitos inhumanos.
Granada es coger un
coche para subir a la Alpujarra. Es conducir cantando. Es
los pollúos y es los líquenes. Es Semana Santa sobre todo pero también es invierno
y es otoño. Es los cármenes, la calle Elvira, el pescado directo de Motril, los
naranjos disfrazados de manzanos y el vino que nunca, pero nunca, vino solo.
Cómo no la vamos a
adorar. Si es Granada son las seis de la mañana, y es seguimos para bingo, y es
piononos, increíbles levantás y jugar con el destino.
Granada es la magia de la Alhambra y las Alhambras. Que se
dice pronto.
Es el puto ‘no hay en la
vida nada’.
Y es probable que no, no haya en la vida nada.
Y es probable que no, no haya en la vida nada.
Ay.
Ay Granada.