martes, 13 de septiembre de 2011

84

Es tan mayor que se pone tres pares de calcetines y luego no le caben los zapatos. Está tan ausente que la hace llorar, a ella, que no solo no tuvo otra cosa sino que jamás se imaginó la posibilidad de tener otra cosa. Día tras día, juntos, toda una vida. Fueron emigrantes, curreles, jubilados. Y ahora ella llora. Porque es tan joven y tan viejo que un segundo no quiere comer y al siguiente no puede resistirse al postre. Se ha vuelto pequeño, no tiene dientes, apenas habla. Sigue siendo tozudo y presumido. Un hacha al dominó cuando consigue recordar para qué sirven las fichas. Y cuando le coges la mano arrugada y diminuta no te la suelta. Porque es dulce. Infinitamente más de lo que nunca fue. Va a cumplir 84. Y ella le llora. Porque a ratos su absurda distancia la inrita y porque otros directamente se muere de la pena. Que no la deje sola. Que no se muera nunca.

jueves, 8 de septiembre de 2011

cosas

Cosas que te recuerden que un día fuiste más feliz de lo que eras capaz de soñar. Que una noche fuiste la mujer que sí conoció a Nacho Vegas -y e tan intenso que me salten les llágrimes. Que una madrugada de agosto lejos de casa apareció un tipo con pinta de héroe griego y te llevó a caballito. Cosas que te impidan olvidar que una vez quisiste, y mucho. Que haciendo la croquetilla de repente todo es menos sórdido y más absurdo. Que hay gentecilla en forma de casco azul, aunque cuando lo hagan te estén quitando el puesto. Cosas que te obliguen a ver que un libro lo curará todo por mucho que sea todo y que cinco cervezas te matarán de la risa siempre. Cosas que, al final, mueran bajo el sol. A poder ser en plena noche.