martes, 13 de septiembre de 2011

84

Es tan mayor que se pone tres pares de calcetines y luego no le caben los zapatos. Está tan ausente que la hace llorar, a ella, que no solo no tuvo otra cosa sino que jamás se imaginó la posibilidad de tener otra cosa. Día tras día, juntos, toda una vida. Fueron emigrantes, curreles, jubilados. Y ahora ella llora. Porque es tan joven y tan viejo que un segundo no quiere comer y al siguiente no puede resistirse al postre. Se ha vuelto pequeño, no tiene dientes, apenas habla. Sigue siendo tozudo y presumido. Un hacha al dominó cuando consigue recordar para qué sirven las fichas. Y cuando le coges la mano arrugada y diminuta no te la suelta. Porque es dulce. Infinitamente más de lo que nunca fue. Va a cumplir 84. Y ella le llora. Porque a ratos su absurda distancia la inrita y porque otros directamente se muere de la pena. Que no la deje sola. Que no se muera nunca.

No hay comentarios.: