viernes, 24 de abril de 2015

Importante. No olvidar.

Incluso en el más profundo descreimiento hay cosas sagradas, intocables. Hay que ser inflexible con ellas.

No olvidar el listón. Está ahí por alguna razón. Que tocarlo signifique subirlo, en todo caso.

Saber renunciar a tiempo. Reconocer el momento, lo cual es todavía más difícil.

Apreciar la lealtad, la generosidad, la nobleza en los demás. Y practicarlas.

No medir, en la medida de lo posible, los sacrificios. Lo que haces (lo que das), más que en los demás, repercute en ti.

Tolerar cierto grado de desamparo. Aprender a convivir con él. Como por si acaso.

El fútbol como opio es bien. La politoxicomanía vale.

Escribir siempre. Escribir bien. Leer más y mejor. El despilfarro en libros no existe.

Los detalles. Tener detalles. Ser cuidadoso con ellos. Estar atento a.

De perdidos al río; de cabeza. Hay cosas que importan y cosas que no. Ir un martes cansado al trabajo no debería ser una de ellas.

La música lo cambia todo.

Poder con la incertidumbre. Porque no hay otra. Poder como sea.

Siempre una llamada de menos, cuando se merece una más. Imperdonable.

Hay que ver cosas. Hay que aprender cosas. Viajando, por ejemplo.

Last but not least: si conduces un Ferrari, tienes que estar a la altura. Si no estás a la altura tal vez lleves otra cosa.

jueves, 16 de abril de 2015

Lo has vivido antes.

Por eso sabes bien lo que es quedarte callada, muda, incapaz de pronunciar una palabra. Para no hacer de las frases minas antipersona, pero también para no pedir más de la cuenta y para ver si con algo de dulzura y bastante más paciencia esa desazón horrible quiere desaparecer y dejarte en paz de una vez por todas.

Conoces la sensación.

Te recuerdas a ti misma en su casa, con él por ahí al lado trasteando, y tú tan absolutamente triste (y mira que le querías) que llegabas a quedarte paralizada. Y te miraba preocupado y tenías que hacer esfuerzos sobrehumanos para lograr sonreírle. Luego os metíais en la cama y tú, en vez de dormir sobre un colchón, lo hacías -tarde y mal- en un maldito mar de dudas. nada nunca es tan grave, que al final por duro que sea siempre se marcha. Queate no termina. ar a boicotear tus propios sentimi

Vaya si la conoces.

Es más: sabes perfectamente que en el momento exacto en que cruces la puerta para irte (eso que llevas tanto rato necesitando hacer) te vas a morir de pena. Porque es tu monstruo, ha estado contigo siempre, y ellos rara vez lo han merecido. Pero así va: por más que lo intentes matar el muy cabrón siempre vuelve y la historia, nietzcheana, se repite.

Es así, y siempre lo fue.

Estabais en Cadaqués, era San Juan y podría haber sido perfecto. Granada ahí, como un sueño, solo un par meses antes. El barco que era una fiesta y él metido en el agua por primera vez en años solo porque tú nadabas al lado. Pero ni por esas. Ahí estabas tú toda esquiva e intratable, y lo que es peor: incapaz de dilucidar por qué. Todavía no has llegado a perdonártelo.

Lo has vivido antes.

Precisamente por eso te lo repites. Que tu autoexigencia atroz solo debería valer contigo. Que nada es nunca tan grave y que al final, por duro que sea, la bestia siempre se marcha. Que su manera de hacer las cosas también vale y que, si hay algo en ti que boicotea lo que sientes, tú tienes que ser aún más firme. Que tu manera inconsciente de ponerte a prueba puede ser despiadada, implacable; pero también es la mayor razón para que tú lo seas todavía más.

La maldita historia de tu vida.

Cómo ibas a afrontarla si no era por escrito.

viernes, 10 de abril de 2015

Abril de llovizna y mareas.

Estuve en San Sebastián siete u ocho veces. Estuve con ellas y también con ellos. Parece que si hay alguien que me importa lo suficiente, aquello tiene que derivar en un ruta etílico-romántica de pintxos por esa –mi segunda Norteña. Aunque nada –nada- garantice que el hecho de haberla callejeado traiga consigo la paz, o la calma, o nada que se le parezca. Por más madrugadas en puentes, hostias animales en bici o paseos por el puerto que haya. Por más bonitos que sean. Debe ser el influjo del Cantábrico feroz, de las mareas o de la insoportable levedad, como de txirimiri, que tiene andar por el mundo más o menos felices durante un par de días. A veces casi tres, y todo sobreviviendo a unas tremendas ostras y una asombrosa luna llena. Que ya es sobrevivir; con creces.

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Ha sido un horror asistir a la más absoluta decadencia de ese tipo tan rudo, tan serio, tan suyo y tan hosco, el muy maldito. No hay nada peor que la vejez, cuando ya no llegas a saber quién eres y mucho menos qué haces, cuando la bombilla se enciende una vez cada tres días, cuando estás postrado, inmovilizado, desorientado y totalmente asistido. No hay nada más cruel, nada más sórdido, nada más jodido. Y en la más absoluta pena, en lo desgarrador que llega a ser verle (ver lo que ya no es y nunca volverá a ser) solo subyace un mínimo de belleza, un destellito de triste esperanza: vamos a pasarlo bien mientras podamos. Vamos a valorar las cosas, porque el destino está frente a nosotros, claro y meridiano. Disfrutemos de todo esto ahora. Llegará un día en que no podamos.

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Luego está el acostumbrarse a sufrir, la inquietud que a ratos torna ansiedad, la impotencia cuando las cosas no dependen de ti, sobre todo porque durante mucho tiempo sí lo hicieron. Pensar que por mucho que hagas, por buena -por seria, por fuerte- que seas, todo eso puede no ser suficiente y aún así salirte mal, e incluso peor. Intentar recordar que tú eres eso (entera o nada, tremenda o nada) y que siempre que las historias fueron mal pensaste que, a pesar de todo, había valido la pena. Revivir, de nuevo en violentos fogonazos, el jueves lluvioso, los mensajes que al fin llegaban, la tarde en el parque, la cena en el italiano, el otro día saltando a los brazos en aquella área de servicio. Y creer que sí: puede pasar de todo. Que, precisamente por eso, tendrá que merecer la pena. Aunque a ratos te busques sin encontrarte y tengas que luchar tanto, kamikaze, contra ti.

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De nuevo, queda la música. Esta vez huele a primavera. El tocadiscos sigue girando una y otra y otra vez.