miércoles, 11 de diciembre de 2013

Cualquier cosa.


“Yo me apunto a cualquier cosa que te ayude pasar la noche, ya sea una oración, tranquilizantes o una botella de Jack Daniel’s.”


Lo dijo (quién lo iba a decir si no) míster Sinatra.

Pues hats off, Frank. Qué manera de clavarla. Porque de un tiempo a esta parte, cuando todo se descontrola, cuando los fines de semana zen se convierten en tours de force raveros, cuando a la última cerveza le siguen 6 millones, cuando los volantazos se suceden, el objetivo es básicamente ese, pasar la noche. Y en estos casos el atrezzo termina siendo lo de menos.

Las oraciones, una vez más, tienden a llevar banda sonora. Y cambiar de Lori Meyers a Extremoduro, con lo grave que viene siendo, resulta el menor de los desvíos. De repente, sin previo aviso, una noche a eso de las 10 de la mañana, aparece un texto que aniquila a los demás. Las tres temporadas del cuentito de la agente y el terrorista poco a poco se van esfumando. Y las luces en la calle ya están encendidas y en el mercado, al mediodía, aguantando una bendita barra de aluminio, descubrimos que falta gente.

Y de los tranquilizantes ya ni hablamos. 

Una vez, sin tener ni puta idea de lo que se avecinaba, dijimos que moriríamos en las trincheras. Qué queréis que os diga, estábamos inspirados. Y qué ilusos éramos, o lo que es lo mismo: cuánta razón teníamos. El título de la película, en fin, está servido, y ojalá estuviera el mismo Frank para protagonizarla. ¿Es que no lo oís? Suenan flashes y alguien, a lo lejos, tira ya una alfombra roja.

Una vez, jugando a decir animaladas, dijimos que íbamos a morir en las malditas trincheras. Y allí germinó el bestseller, para asombro de héroes y villanos. El título, iba diciendo, está servido.

‘Cuando fuimos visionarios.’