miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los confines estrictos.

“There is a crack in everything, that’s how the light gets in.”

Leonard Cohen.

Dijo Cohen que la caída (y los malos momentos, y el dolor y la derrota) son inevitables, pero que no debemos caer en el lamento y, de querer expresar ese fracaso, tiene que ser “en los confines estrictos de la dignidad y la belleza”. Esas fueron las instrucciones que recibió junto con su voz. Una voz que le sirvió para encontrar un yo y que llego a él ni más ni menos que a través de un poeta.

Los-confines-estrictos-de-la-dignidad-y-la-belleza.

A eso se refirió un tipo de casi 80 años que hablaba encorvado, lento, como si las palabras salieran de una caverna infinita, de muy adentro. Dijo que lo había entendido conforme se hizo mayor, y no quiero imaginarme la de tropiezos, la de verdaderas hostias que tuvo que vivir para llegar ahí, a todo eso.

Le miro, le escucho una y otra vez y entiendo que esa sabiduría no se puede comprar, ni adquirir leyendo, ni por contagio ni de cualquier otra forma. Hay que vivir y fallar y eso implica dolor e implica tiempo.

Sospecho que solo cuando caes cientos de veces llegas a entenderlo, y ese es el precio que hay que pagar, porque no hay otro. Pero es que además, viendo su paz, viendo su encantadora sonrisa, deduzco que el intercambio es justo. Para aprender, sufrir. Para comprender, no dar la espalda a las nubes negras ni a las derrotas. Convivir con los errores, con nuestra propia imperfección. Con la grieta que hay en todo y por donde puede entrar la luz.

Se fue, y la revelación no puede explicarse con palabras. Anciano, el genio siguió trabajando hasta el final; escribiendo y cantando en sus confines. Pero no sólo eso: él, que era todo un maestro, desprendió solemnemente una gratitud y generosidad enormes hasta el último momento. Joder, qué manera de aprender de ti. Qué forma de echarte de menos.