Yo antes confiaba en las
siestas. Las veía como algo plácido, inofensivo, casi naïf. Hasta aquella tarde,
que se pareció peligrosamente a un duelo al sol, una batalla campal, un
holocausto. Que reabrió la herida y por poco nos mata desangrados, otra vez con
la ropa hecha jirones y los dos en la cuneta.
¿El resultado? Diez mil
nuevas cicatrices.
Yo antes confiaba en las
siestas. Valiente ingenua. Ahora les tengo un miedo atroz.
……………….
El otro día, a las 04:41
de la madrugada, en mitad de la ciudad silenciosa y dormida y envueltos en un
ambiente cálido, de noche de verano, él me daba besos en la espalda y yo, boca
abajo, con el pelo aún mojado de la última ducha… Yo, boca abajo, con la piel
del alma de gallina… pues lloraba.
Lloraba porque no puede
ser más rematadamente bonito ni tampoco más rematadamente difícil. Es así de
puta. Lloraba, también, porque intuía que si no fuera tan jodido no estaría siendo
la mitad de animal. Lloraba porque llevaba horas metida en la cama, enredada en la cama, con la sensibilidad
absolutamente desbordada. Lloraba porque me daba cuenta de lo acostumbrada que
llego a estar a dormir sola. Y porque, por un momento en años, sentía miedo: un
miedo cabrón, aterradoramente real. Y aún con todo, y consciente de que lo
anterior era cierto, no alcanzo a saber del todo bien por qué lloraba.
El otro día, a las 04:41
de la madrugada, con el aire en suspensión, rodeados de nada, él no solo me
daba besos en la espalda sino que me decía que podría pasarse el resto de la
noche dándome besos en la espalda.
Luego se fue.
Y yo, boca abajo, lloraba.
……………….
Si me hubierais hecho
hablar os hubiera contado sobre lo cabronas que son las cosas que nos pasan,
pero también de lo rarísimo, de lo insólito de todo esto de ir tirando. De lo
vital que es que la gente que te rodea merezca –de verdad- la pena. Os hubiera
contado que a veces me sigo quedando con la boca abierta, absolutamente
fascinada. Porque si yo os hubiera podido elegir, no lo habría
hecho mejor. No porque me parezca bastante difícil, sino porque es que me
parece directamente imposible. Y qué me va a parecer si no.
Eso si me hubierais
hecho hablar. Menos mal que no lo hicisteis.
……………….
“El amor puede ser
breve o eterno, pero siempre esconde confianza y calambre. Sin uno de esos dos
puntos esta carta se titularía Afecto o Pasión; fantásticos titulares, por
cierto. Amor (también) es pedalear cuando no quieres, bajar la cabeza, doblar
rodilla y aceptar la derrota; admitir —no es fácil— que estás vendido, que eres
tan frágil como un portazo; las tonterías del candado, las cartas a mano y los
recopilatorios en cintas de cassette. Amour es una ráfaga de eternidad en este hoy de apareamiento, adicción y serotonina.
Amor es, en fin, no querer que se vaya. Nunca.”
Confianza y calambre: lo dice
Nada importa, no yo.
……………….
Y una canción. Por aquello de ir echando de menos septiembre en Gijón.