lunes, 29 de julio de 2013

29 momentos para un cumpleaños gitano.

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1. El drama gitano empieza con la comida de verano del curro. Y con una caña, que es como empiezan todas las cosas que molan. Y esto es así, peñita.

2. ¿Que qué hay de comer? Paella, obvious. Porque las comparaciones son odiosas y esto apunta maneras.

3. La primera tarde se esfuma en lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks y desemboca en el famoso chiringo de las 8.000 cervezas, a birra por publicista más o menos. Por alguna extraña razón no solo no salimos de ahí por patas sino que montamos un campamento base que ni en el mismo Everest.

4. Los tickets se multiplican y las ideas absurdas también, hasta que llega la debacle: es casi medianoche y aquí hay que liarla pero bien. Así que dan las 12 y –oh, Dios- estamos metidos en el mar para rubor propio (y extra de rubor ajeno).

5. Si lo hacemos tontos míos hagámoslo como es debido, y después del baño cae por su propio peso un estupendo copazo. Luego, por obra del mismo espíritu santo, llegamos a casa. 

6. Así que amanece el viernes, que no es poco, y es 19 de julio. Son las 8 y eh, qué cosas, tenemos resaca. Así que a dos por hora nos duchamos, nos vestimos y llegamos al curro donde, más que currar, la compartimos, la resaca.

7. Con tres neuronas disponibles –ni una más-, se va trazando el nuevo y ambicioso plan: bocata de colesterol y champán para todos.

8. Champán para todos en mano, juramos que hoy no la liamos ni de broma, que mañana hay que estar bien como sea, que tal, que cual. Con una seriedad que asusta al miedo.

9. Corte a las 11 de la noche y seguimos en la calle y solo han caído 7 u 8 cervezas y 3 o 4 gintonics, trago arriba trago abajo. Coherencia ante todo.

10. Pero vieiras y navajas mediante, salimos de ahí. De la única manera de la que se puede salir de estas cosas, que es corriendo. Por mucho que parezcamos medio cojos.

11. La vida, no obstante, puede ser maravillosa y llega el sábado, y, haciendo gala de un savoir faire animal, la mitad del comando abre un ojo a las 7 de la mañana. Con la que nos espera: más almas de cántaro imposible.

12. Y claro, pronto empieza el desfile. Bienvenidos todos y bienvenidas las tropecientas botellas de vino, y los boquerones, y las birras a cholón, y el pastel y la ginebra, y el basset hound y los melones.

13. Del primer baño al aperitivo median 20 latas de cerveza y de ahí a echar el agua al arroz 30 o 40 más. Esto según la policía. Los organizadores cuentan más de 200.

14. Es el momento de la histeria, del coñazo, del baile ritual, del chupinazo; y se demuestra (tras años de arduas investigaciones) que el punto del arroz es algo inalcanzable.

15. Pero hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual. Toca soplar velas y comer carrot cake y abrir regalitos tremendérrimos y... Muy duro todo. Durísimo.

16. En estas llega al mundo un bicho llamado MeLOL. Más feo no se puede, la criatura. Más buenísimo de la muerte, tampoco. De frankfurts en modo botox e ingredientes secretos ni hablamos.

17. En cuanto a Mickey Melon, solo espero que no os lo encontréis por un callejón en plena noche.

18. Y lo digo muy en serio.

19. A la final de la champions melonera solo puede seguirle algo igual de grande, y por partida doble. Con el número 1: bailar Rihanna. Con el 2, y en empate técnico: el famoso hundir la flota a chupitazos. Menudo in-ven-to.

20. Atención, comités de la UEFA, la FIFA y compañía: ¿trampas, nosotros? ¿dopaje? Já.

21. Aquí es cuando se para la historia y se abre un paréntesis para comentar la expedición a por tabaco que rozó el filo de lo imposible. Del polo norte al polo sur no había un cigarrillo sobre la faz de la tierra y la cosa se prolongó horas. El documental, próximamente en sus pantallas.

22. Mientras tanto, la operación kikis or nothing (ergo ‘salgamos de aquí un rato como sea’) se pone en marcha. Kikis guays, especiales, vegetales con bacon… ¡Eh, qué pasa, es mi kiki y lo pido como quiero! O sea, vegetal con bacon. Y otra ronda de carajillos.

23. A todo esto volvemos a casa con 3 toneladas de hielo, que hemos conseguido de una forma nada turbia. E inmediatamente suena el teléfono. ¿Está Jamiroquai? Que se ponga.

24. La fiesta continúa por todo lo alto. O sea: por todo lo bajo. Con Curt y los cigalas en el escenario principal desafinando es poco. Benditos sean.

25. No, seriously: si no entramos en una espiral de violaciones al cantante, fue de puro milagro.

26. A todo esto, la fiesta torna en after. Con su reglamentaria sesión mítica y las reservas de ginebra y ron y cerveza desplomándose en la bolsa. El caos en los mercados no pudo ser más evidente; en el salón de casa, tampoco.

27. Pero siempre –siempre- hay una última reserva de fuerzas, y en este caso se destinó a algo trascendentalísimo: dormir con nanas a Jean Pierre, que ahora mismo está en un diván contándole a su terapeuta lo fuertes que somos.
Nanas, decía. De Nacho Vegas en do subterráneo, que no es poco.

28. Así, como quien no quiere la cosa, se hace el domingo, que trae croissants y tortícolis y fuets y más piscina bajo el brazo. De aquí no se larga ni Dios y si Mahoma no va al Espinaler, el Espinaler va a la montaña… o pedimos pollos. Y la siesta es recontrabonita y recogemos los restos del naufragio mientras todo apunta a que año tras año el tour de force se corrige y se aumenta que es un milagro.

29. Ahí quedan los planchazos, los resacones, los tocados y los hundidos, los boquerones. El baño furtivo, el licor café, el siestón y las expediciones. Por no hablar del puf precioso, el musicón y el vídeo como prueba atroz de lo mal que vivimos –y más en verano.
Al final. Poco queda por decir. Un lío bastante bonito. 20 o 30 animalicos. 4 días inhumanos. Y cumplir, sobreviviendo, 29 años.

lunes, 22 de julio de 2013

Lo dice Bukowski, no yo.

¿Así que quieres ser escritor?
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.


A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.

No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

(Y por una vez, y sin que sirva de precedente, un anuncio merece la pena.) 

martes, 16 de julio de 2013

Rock&roll

Por si a todo esto le faltaba rock&roll, llegó una gastroenteritis. 

De ahí al Betty Ford, como no podía ser de otra forma, mediaron un par de días de curro infernal y algunos litros de suero fisiológico.

Los últimos meses se aparecían como fotogramas en una moviola enloquecida: el desayuno after primavera, la barbacoa en modo Rihanna, los recién llegados, las despedidas, el domingo por bulerías, las horas extras tras el Cruïlla, el jueves de baretos de arrabal por la Verneda, las petacas, las paellas que tornan sardinadas, la canción sonando en bucle, la que hubo que parar, las campañas rebeldes, las insumisas, los mejillones, las terrazas, Rodríguez, el Sónar, el japonés. 

El modo random más activado que nunca y sin cables rojos por cortar. En el horizonte, un remolino. Una espiral. Algo suicida, salvaje, animal.

Así que hubo que temer por la vida de la artista, buscando un freno de mano regio, amplísimo, a estrenar. Las pistas de aterrizaje colapsadas. La niebla invadiéndolo todo. Las reservas de batería en reserva, sindiós ni batería. 

El único tratamiento posible era de choque. Sin autos, claro. Pero sí con libros, toneladas de zanahorias, películas, memoria, una piscina.

El resultado, a falta de biopsia en forma de cumpleaños gitano, parece satisfactorio. Por lo demás, seguiremos informando. Doblegados, quizás, pero informando.