estar convencido de que no vas a caer y caer. eso sí, sobre una alfombra mágica. y vivir el placer y la culpa, a mitad de camino entre los sueños de una niña y el dolor de una leona.
somos irreconciliables. con nosotros mismos, me refiero.
y cada vez menos fuertes, menos serios, y probablemente menos guapos -manda cojones-, pero con una mochila cargada de tardes que se desiluminan y madrugadas que desaparecen cuando ya estabas seguro de que ni de broma.
es decir, justo a la hora a la que caes.
la luz se multiplica, claro.
martes, 14 de julio de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)