jueves, 18 de diciembre de 2014

Esto es lo que hay.

Esto es lo que hay y esto es lo que debes saber.

Que me asaltan los momentos,
de repente y a traición.
Que desatan en mí punzadas de orgullo.
Que a la vez me rompen,
en inmensos fogonazos,
el mismo corazón.
Ese que un día hiciste tuyo.
Que luego reconstruí a pedazos
a lo largo de mil madrugadas
a base de sangre, sudor y tabaco.

Esto es lo que hay y esto es lo que voy a temer.

Que claro que no se me olvida
y tampoco sé dejarlo ir.
Me refiero al descontrol,
al cepillo de dientes aquél,
al triple salto mortal
tan contigo y tan sin ti.
Siempre en pie y tan derruida.
Capeando el vértigo así,
jugando a ser un orfebre
en mitad de una enorme estampida.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cómo contarte.

A ver cómo te cuento yo ahora que, con todo lo que di la vara de pequeña, ahí sentada a tu lado en el coche, ahora me encantan José Alfredo y Battiato. A ver qué hago para que sepas que las olas de San Lorenzo, de alguna forma, también viven un poco en mí. Que cuando me veo a mí misma en un coche huyendo siempre es hacia el norte, y que alrededor siempre hay vaques, puertos diminutos y baretos peligrosamente parecidos a los de –al lugar donde has sido feliz sí debieras tratar de volver- Cimadevilla.

A ver qué hago yo para explicarte que mis grandes dispendios siguen siendo en librerías porque tú me lo enseñaste y que ya no me caes mal por sentarte a la mesa con una novela, sino que ahora más bien te envidio. Qué hago para que sepas que mi educación sentimental fueron esos cinco adjetivos inspirados y posesivos con los que sigo lidiando ahora, aunque a ratos me cueste tanto verme en ellos.

Cómo hago para contarte que ya no te guardo rencor por perderme a propósito en Eurodisney, para ver cómo me espabilaba –maldito, solo tenía siete años- mientras tú me observabas a una prudencial distancia. Que lo de las matrículas me ha hecho como soy, y parecerá una tontería pero yo no puedo estar más convencida. Que las cartulinas rojas y blancas están cerca de ser lo mejor que me ha pasado en la vida.

Cómo te digo que con el tiempo llegué a saber lo poco importante que era caerse si sabías levantarte de inmediato, que la clave estaba en mirar al cielo remando hacia la orilla y que cuantos menos lobos siempre es mejor, por mucho que haya crecido y ya no sea Caperucita.

Cómo te hago entender que yo también me hubiera inventado a Tritón y a Tritonita y que ahora pillo por qué y cómo huías. Que si hay algo fundamental es el apoyo, porque en un momento crítico nada tiene el mismo valor, eso que es casi opuesto al precio. Cómo te agradezco tanto tiempo después que me llevaras a ver a Sabina a hombros y que vivieras como si no te tuviera que juzgar, para que precisamente haya acabado por no juzgarte.

A ver cómo te cuento que, con todo lo que llegué a palmar, ahora te entiendo.