miércoles, 17 de octubre de 2007

Por fin

Sólo un susurro.
- Súbete un rato.
Y ella lo hizo, con sumo cuidado, encajando su pierna derecha en la de él, y lo mismo con la izquierda. Recostando la cabeza en su hombro, los brazos sobre los suyos, el pecho en su espalda. Así, los dos bocabajo, su respiración meciéndola. Y por fin, sin darse cuenta de que era un milagro, se durmió.