Yo también estuve en Vis
un verano. Y en California. Con cinco amigos descerebrados. Mi documental favorito es Man on wire. De hecho, lo vi un domingo por la noche y después fui tan incapaz
de dormir que pensé que lo iba a ser para siempre, y el susto fue legendario.
Me sé de memoria todas (y cuando digo todas quiero decir todas) las letras de Nacho. Conocí a chavales
y también a caballeros, y también a tipos
sobre los que no me quiero pronunciar. Yo también fracaso siempre alzando la
copa hacia el cielo. Y los días tontos muero por Quique
-y por sus melenas. Yo también me pongo de los nervios con los Madrid – Barça, aunque me temo que desde el otro lado –larga vida a Xavi, Andrés y
Messi. De tan hooligan, me emociona hasta el baloncesto (madre mía qué 33 puntos). Yo también he escrito posts que debían ser leídos con Un buen día de fondo.
También me emborraché en Nueva York (de The
Back Room al cielo), aunque no tanto como en Las Vegas o en Atenas. Yo
también tuve resacas lapidarias. También viví una temporada en Madrid y también
adoro Madrid, especialmente en primavera, especialmente por las noches de los lunes que
se me fueron de las manos, especialmente por el Toni 2. Yo también vi sonrisas que partían el cristal de las copas. Para ser exactos, las del mismo tipo cuya peli
favorita era (¿es que sois una raza?) El
apartamento. Y sé lo que es buscar tartas de queso Bloody marys
perfectos, con casi tanto empeño como palabras precisas. Y también me atrapé al
Apalabrados, sobre todo por su momento cumbre que, como sabrás, siempre fue
llegar a la penúltima letra empatados. Alguna vez, incluso, me dejé ganar. Yo también crecí con la poesía de Sabina (bendito Martínez) y aún ahora me sigue poniendo la piel del alma
de gallina. Me enamoré de todo lo que lleva la firma de Wislawa Szymborska. Y también –cómo no- de míster Salinger.
Yo también creo firmemente que habiendo champán
para qué queremos copas. Y en lo sobrevaloradas que están las fotos, porque los
recuerdos (como el equipaje) no deben ocupar más lugar que el estrictamente
necesario. Yo también escribí bastantes batallitas a amigos por e-mail. También me quito el sombrero con san Enric
González. Y también adoro desayunar en silencio leyendo el periódico Babelia,
y no sabes qué bonito me llega a parecer ese silencio compartido.
Eh. Hablando de cosas
bonitas. Tus textos, que animan a seguir escribiendo –siempre más, siempre
mejor. A poder ser entre copas. Y eso, maldita sea, es algo que no puede
agradecerse con palabras.