1. Chueca y Malasaña
Si yo
llegara a Madrid y fuera a alojarme en el Catalán, nada más pisar el cielo
tiraría el equipaje por la borda y me iría corriendo a tomar una caña al Stop (en la misma calle Hortaleza, un
poco más abajo). O dos, o incluso tres, porque ahí tiran la cerveza de la única
forma en que debería ser tirada.
Luego
volvería a subir y callejearía por Malasaña. Entraría en la librería Pantha Rhei, en calle Hernán Cortés, y
seguiría tomando cañas en La Ida, en
calle La Palma y también en la bodega La
Ardosa, que está justo al lado, y donde las raciones no son muy baratas
pero sí muy buenas. Placearía, llegaría hasta el Dos de Mayo y si fuera hora de
cenar picaría algo por ahí o quizás me acercaría a Casa Julio (en calle Madera), por sus míticas croquetas. Eso o
bajaría a los garitos de la calle Pez, donde habría parada obligada en el
famosísimo Palentino para la caña de
rigor en la barra de aluminio. Las copas ahí valen 2 duros: es auténtishen a
morir. Para caña, ¿eh? Comer ahí igual no cal, pero hay muchos en la misma
calle para ello.
Pues
eso. Solucionado el tema de la cena, llegaría el de las copas. Y probablemente
recorrería los garitos míticos de la movida, como el Penta, hasta que fuera la hora de ir al Nasti (¿o lo han cerrado?) o al Siroco. Y perdería la noción del tiempo pero no demasiado, porque
llegados a un punto me teletransportaría al Tony 2 (en Chueca, calle Almirante, walking distance desde Malasaña
sin problemas), por aquello de que al lugar donde has sido feliz sí debieras
tratar de volver. Es un piano bar con sofás de terciopelo que cierra cuando
amanece: el antro de los sueños de cualquiera.
(Inciso:
cuenta la leyenda que por Malasaña, cerca de Bilbao, hay otro antro que abre
toda la noche y donde hay que ir a comer a las 4 de la mañana. Concretamente
unos spaghetti que resulta que son inhumanos. Se ve que también se montan jams
y que Quique González y los mendas de Pereza son asiduos. Se llama Lady Pepa. Yo no he estado pero tarde o
temprano estaré.)
2. Centro: Huertas, barrio de
las Letras, Antón Martín.
Despertarse
en el Catalán y desayunar en el Mama
Inés es todo uno. Cumplido el trámite hay que bajar Hortaleza, cruzar Gran
Vía y tirar para Sol. De ahí a la plaza Santa Ana. Y como ya será la hora de la
caña, dirigirse al Bar Quevedo (en
calle Quevedo, yo vivía en el número 3, qué lugar tan hermosísimo) para alucinar con
sus enormes tapas gratis o a La Piola,
en calle León, porque es agradable y bonito.
De ahí
hay dos opciones. Una: coger Huertas y seguir cañeando en La Dolores y en Los Gatos
y acabar comiendo en el Maceiras, un
gallego bueno y barato. Dos: llegar a Antón Martín y coger la calle Santa Isabel a
la izquierda para cañear también y picar algo en cualquiera de sus garitos
molones y acabar tomando un café en la plaza donde está el Reina Sofía. Entrar
al Reina Sofía, incluso, aunque el Thyssen suele tener muy buenas expos
también. Ambas alternativas, en cualquier caso, son correctas.
3. Lavapiés, Tirso, La Latina.
En
Lavapiés, además de personajes de todo tipo y calaña y ciclos de cine al aire
libre y expos y tal, hay 3 o 4 sitios míticos:
El Café Barbieri (casi en la Plaza
Lavapiés), que no puede ser más bonito.
Las Bodegas Alfaro, en calle Ave María,
bastante arriba, donde el camarero se llama Manuel y es amigo y tira unas cañas
de escándalo y tiene una little terracita. Para mí, imprescindible.
El Melos, que está en Ave María pero más
abajo y hacen lo que llaman ‘zapatillas’: tostas de lacón con queso de tetilla capaces
de alimentar a elefantes obesos.
La
calle Argumosa, con garitos como el Económico
y el Automático y la mayor
concentración de terrazas de la zona. Hay que cañear/comer/cenar por ahí
también.
Ay,
Tirso. En Relatores número 2 vive Sabina. Y en la calle paralela está la Casa de Granada, que es un bareto que
está en el octavo piso de un edificio y tiene mesas en la terraza. Hay que
subir en ascensor y tomarse algo contemplando los vistoplones.
Y la
Latina. Mamma mía. Place to be el domingo al mediodía. Todos los garitos de la
Cava Baja son buenos para cañas. En el Juana
la Loca hay que comer uno de los mejores pinchos de tortilla de la city. En
El Almendro, huevos rotos. En el Delic (en una plaza muy chula) mojitos.
Para cenar sentado y tranquilo (y pelín más pijo) a mí me encanta el Matritum, en Cava Alta. Y etcétera,
porque en La Latina es difícil equivocarse.
4. Varietés: Conde Duque, Ópera,
Tribeca y más.
Conde
Duque es el CCCB madrileño, y siempre hay algo que ver. En el barrio hay muchos
garitos molones y tiendas modernas y sitios auténticos y alguna terracita
escondida. Vaya, que bien merece un paseo.
Yo
siempre digo que la luz de Madrid es inhumana. Bien, pues las puestas de sol en
la Plaza de Oriente (y el templo de Debod) son tremendas. Esto está en el
barrio de Ópera (o Madrid de los Austrias), que es realmente bonito. Siempre
pienso que lo he pateado demasiado poco. Cerca está el Mercado de San Miguel,
que está medio de moda, para comer en cualquiera de sus puestecillos. Como todo
lo que está de moda no es especialmente barato, supongo.
Next.
Por encima de Gran vía, casi en Callao, está una zona a la que llaman el
Tribeca Madrileño. Se ve que hay ambientazo, muchos sitios que están bien,
tiendecillas… #PostureoMadrid, imagino, porque esto es posterior a mi época. Sí
que sé que hay un buen lugar para gintonics: se llama Jose Alfredo.
Otra
cosa. Cerca del Catalán, en Chueca, en la calle de la Reina, paralela a Gran
Vía por encima, hay dos lugares muy grandes (que no baratos, pero eh, he dicho
grandes). Por un lado el Del Diego, una
coctelería más que pro. Y por el otro mi prefe, el Cock, que es la trastienda del Chicote, donde se reunían los
toreros con sus amiguitas y aún se puede ver a Javier Marías y demás
intelectuales de la city. Ya verás: parece de otra época. Será porque es de
otra época.
La
librería Tipos Infames abrió hace un
par de años y además de vender libros, sirven vinos. Yo tengo muchas muchas
ganas de ir.
Y
terminando. Si en algún momento la resaca os vence y hay que buscar un lugar
donde caerse muerto, yo iría al Retiro. Eso o a la Filmoteca (aka Cine Doré), que es el cine más
preciosísimo que has visto en tu vida, nada que ver con la de Barna. Tiene
hasta bareto barato y está al ladito del mercado de Antón Martín.
Ah, se me olvidó contarte. Que además de lo que tienes por ahí escrito yo salía por el Elástico y el Ocho y medio y que hubo noches antológicas. Me temo que ahora están cerrados. Tendrás que informarte o dejarte llevar, que al fin y al cabo es lo único que puedes hacer en los Madriles. Eso y contener el aliento.
Ah, se me olvidó contarte. Que además de lo que tienes por ahí escrito yo salía por el Elástico y el Ocho y medio y que hubo noches antológicas. Me temo que ahora están cerrados. Tendrás que informarte o dejarte llevar, que al fin y al cabo es lo único que puedes hacer en los Madriles. Eso y contener el aliento.
Anyway, enjoy. Te va a
costar muchísimo, estoy segura ;)