miércoles, 28 de agosto de 2013

Madriz para Manu.

1. Chueca y Malasaña
Si yo llegara a Madrid y fuera a alojarme en el Catalán, nada más pisar el cielo tiraría el equipaje por la borda y me iría corriendo a tomar una caña al Stop (en la misma calle Hortaleza, un poco más abajo). O dos, o incluso tres, porque ahí tiran la cerveza de la única forma en que debería ser tirada.

Luego volvería a subir y callejearía por Malasaña. Entraría en la librería Pantha Rhei, en calle Hernán Cortés, y seguiría tomando cañas en La Ida, en calle La Palma y también en la bodega La Ardosa, que está justo al lado, y donde las raciones no son muy baratas pero sí muy buenas. Placearía, llegaría hasta el Dos de Mayo y si fuera hora de cenar picaría algo por ahí o quizás me acercaría a Casa Julio (en calle Madera), por sus míticas croquetas. Eso o bajaría a los garitos de la calle Pez, donde habría parada obligada en el famosísimo Palentino para la caña de rigor en la barra de aluminio. Las copas ahí valen 2 duros: es auténtishen a morir. Para caña, ¿eh? Comer ahí igual no cal, pero hay muchos en la misma calle para ello.

Pues eso. Solucionado el tema de la cena, llegaría el de las copas. Y probablemente recorrería los garitos míticos de la movida, como el Penta, hasta que fuera la hora de ir al Nasti (¿o lo han cerrado?) o al Siroco. Y perdería la noción del tiempo pero no demasiado, porque llegados a un punto me teletransportaría al Tony 2 (en Chueca, calle Almirante, walking distance desde Malasaña sin problemas), por aquello de que al lugar donde has sido feliz sí debieras tratar de volver. Es un piano bar con sofás de terciopelo que cierra cuando amanece: el antro de los sueños de cualquiera.

(Inciso: cuenta la leyenda que por Malasaña, cerca de Bilbao, hay otro antro que abre toda la noche y donde hay que ir a comer a las 4 de la mañana. Concretamente unos spaghetti que resulta que son inhumanos. Se ve que también se montan jams y que Quique González y los mendas de Pereza son asiduos. Se llama Lady Pepa. Yo no he estado pero tarde o temprano estaré.)

2. Centro: Huertas, barrio de las Letras, Antón Martín.
Despertarse en el Catalán y desayunar en el Mama Inés es todo uno. Cumplido el trámite hay que bajar Hortaleza, cruzar Gran Vía y tirar para Sol. De ahí a la plaza Santa Ana. Y como ya será la hora de la caña, dirigirse al Bar Quevedo (en calle Quevedo, yo vivía en el número 3, qué lugar tan hermosísimo) para alucinar con sus enormes tapas gratis o a La Piola, en calle León, porque es agradable y bonito.

De ahí hay dos opciones. Una: coger Huertas y seguir cañeando en La Dolores y en Los Gatos y acabar comiendo en el Maceiras, un gallego bueno y barato. Dos: llegar a Antón Martín y coger la calle Santa Isabel a la izquierda para cañear también y picar algo en cualquiera de sus garitos molones y acabar tomando un café en la plaza donde está el Reina Sofía. Entrar al Reina Sofía, incluso, aunque el Thyssen suele tener muy buenas expos también. Ambas alternativas, en cualquier caso, son correctas.

3. Lavapiés, Tirso, La Latina.
En Lavapiés, además de personajes de todo tipo y calaña y ciclos de cine al aire libre y expos y tal, hay 3 o 4 sitios míticos:
El Café Barbieri (casi en la Plaza Lavapiés), que no puede ser más bonito.
Las Bodegas Alfaro, en calle Ave María, bastante arriba, donde el camarero se llama Manuel y es amigo y tira unas cañas de escándalo y tiene una little terracita. Para mí, imprescindible.
El Melos, que está en Ave María pero más abajo y hacen lo que llaman ‘zapatillas’: tostas de lacón con queso de tetilla capaces de alimentar a elefantes obesos.
La calle Argumosa, con garitos como el Económico y el Automático y la mayor concentración de terrazas de la zona. Hay que cañear/comer/cenar por ahí también.

Ay, Tirso. En Relatores número 2 vive Sabina. Y en la calle paralela está la Casa de Granada, que es un bareto que está en el octavo piso de un edificio y tiene mesas en la terraza. Hay que subir en ascensor y tomarse algo contemplando los vistoplones.

Y la Latina. Mamma mía. Place to be el domingo al mediodía. Todos los garitos de la Cava Baja son buenos para cañas. En el Juana la Loca hay que comer uno de los mejores pinchos de tortilla de la city. En El Almendro, huevos rotos. En el Delic (en una plaza muy chula) mojitos. Para cenar sentado y tranquilo (y pelín más pijo) a mí me encanta el Matritum, en Cava Alta. Y etcétera, porque en La Latina es difícil equivocarse.

4. Varietés: Conde Duque, Ópera, Tribeca y más.
Conde Duque es el CCCB madrileño, y siempre hay algo que ver. En el barrio hay muchos garitos molones y tiendas modernas y sitios auténticos y alguna terracita escondida. Vaya, que bien merece un paseo.

Yo siempre digo que la luz de Madrid es inhumana. Bien, pues las puestas de sol en la Plaza de Oriente (y el templo de Debod) son tremendas. Esto está en el barrio de Ópera (o Madrid de los Austrias), que es realmente bonito. Siempre pienso que lo he pateado demasiado poco. Cerca está el Mercado de San Miguel, que está medio de moda, para comer en cualquiera de sus puestecillos. Como todo lo que está de moda no es especialmente barato, supongo.

Next. Por encima de Gran vía, casi en Callao, está una zona a la que llaman el Tribeca Madrileño. Se ve que hay ambientazo, muchos sitios que están bien, tiendecillas… #PostureoMadrid, imagino, porque esto es posterior a mi época. Sí que sé que hay un buen lugar para gintonics: se llama Jose Alfredo.

Otra cosa. Cerca del Catalán, en Chueca, en la calle de la Reina, paralela a Gran Vía por encima, hay dos lugares muy grandes (que no baratos, pero eh, he dicho grandes). Por un lado el Del Diego, una coctelería más que pro. Y por el otro mi prefe, el Cock, que es la trastienda del Chicote, donde se reunían los toreros con sus amiguitas y aún se puede ver a Javier Marías y demás intelectuales de la city. Ya verás: parece de otra época. Será porque es de otra época.

La librería Tipos Infames abrió hace un par de años y además de vender libros, sirven vinos. Yo tengo muchas muchas ganas de ir.

Y terminando. Si en algún momento la resaca os vence y hay que buscar un lugar donde caerse muerto, yo iría al Retiro. Eso o a la Filmoteca (aka Cine Doré), que es el cine más preciosísimo que has visto en tu vida, nada que ver con la de Barna. Tiene hasta bareto barato y está al ladito del mercado de Antón Martín.

Ah, se me olvidó contarte. Que además de lo que tienes por ahí escrito yo salía por el Elástico y el Ocho y medio y que hubo noches antológicas. Me temo que ahora están cerrados. Tendrás que informarte o dejarte llevar, que al fin y al cabo es lo único que puedes hacer en los Madriles. Eso y contener el aliento.

Anyway, enjoy. Te va a costar muchísimo, estoy segura ;)