Pocas veces un concierto
fue tan moñas y tan cafre.
Pocas veces una noche fue tan dos por uno, special promotions s.a.
Pocas veces dieron tanto
de sí un violinista, un chucho exquisito llamado Samuel, un par de entradas y
otro par de invitaciones, una harmónica, un melenas, un final.
Pocas veces la cerveza
cumplió tan bien su función, aunque fuera -a quién vamos a engañar a estas
alturas- en cantidades animales y con la inestimable colaboración de unos tragos de Jack Daniels.
Pocas veces acordarse de
Dylan fue más bonito, y hablar de kamikazes, partidos Dallas-Memphis y días
libres más real.
Pocas veces las chicas
fueron tan magníficas y el salitre nos puso la carne del alma tan –pero tan- de
gallina.
Pocas veces hubo un
backstage tan tremendo y tal cantidad de flashbacks de eso y también de todo lo
demás.
Pocas veces mereció
tanto la pena una afonía con resaca.
Y en fin. Muy poquitas veces una
delantera fue tan borrachera y tan tan mítica.
¿Nos lo perdonarán?
¿Nos lo perdonarán?
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