miércoles, 4 de septiembre de 2013

Y septiembre.


A septiembre se lo coge por los cuernos o no se lo coge, porque es cabrón, despiadado, traidor. Septiembre es básicamente celebrar mucho la vuelta del futbol (que no la del cole; hola, Neymar) y beber lo bastante como para olvidar que anochece cuando menos te lo esperas y que pasarán muchos meses hasta que vuelvan los road trips, el salitre y el sol.

Septiembre es pensar un poco menos en ti porque, y no sé si alegrarme o no, no llegamos a vivir ninguno juntos. Es seguir devorando libros sin piedad, por más que cueste tanto levantarse al día siguiente. Son las cenas de bienvenida a todos los que van aterrizando en la ciudad. Y es también engañar al alma poniéndose una prenda más de ropa cada vez, una y sólo una, como disimulando, para que el día que tengamos que llevar jersey no nos tiremos por la ventana de la pena.

Septiembre es para los valientes. Para los que piensan eh, será divertido, y no será igual y viajar a morir de frío también vale y pasear por ferias navideñas de ciudades desconocidas es bonito y si la cosa se pone fea siempre quedará pensar que como todo el mundo sabe, los rusos los primeros, los cócteles de alcohol e hipotermia siempre han sido certeros, infalibles.

Septiembre es un regalo que aún conservo, una canción recién llegada, el recuerdo de un olor en una playa. Es buscar una cabaña en Villacarriedo o el Empordá por si hay que ponerse serios. Es largarse a Madrid en tren para escapar. Hacer un poco el tonto por aquello de no cejar. Es campañas, baloncesto, nostalgia de zamburiñas, es más vino, es más Camba, es la lluvia, el gallo rojo y los conciertos.

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