Y dormirá con los peces, o con señoritas molonas disfrazadas
de sirena de voz de terciopelo o de cazalla. Y vivirá otros chapuzones y otras
maratones, que serán de esas que dejan escalofríos por secuela pero que a la
larga, despacio, se pierden. Y entonces todo, absolutamente todo, arderá
como un gran sol, de la misma precisa manera que ardió las otras veces, dejando
montones de ceniza y también restos de brasas, que algún día, de noche, cuando
vuelvas a casa andando despacito, después de las quince cervezas de turno,
relucirán.
Ahí es cuando se hará el silencio, y habrá que recuperar los disfraces de témpano, y
los de bukowski y mata-hari, y también las últimas copas anestésicas y lisérgicas y terroríficas,
por geniales. Y no saldrá bien, sino que saldrá pero que muy bien: si algo has aprendido
a hacer en la vida es exactamente eso. Si algo no ha fallado nunca, es el ambicioso plan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario