domingo, 2 de marzo de 2014

2x2 para un 2 de marzo.

1.
Hay un par de escenas en 'El ladrón de orquídeas' que son mágicas.

La primera, cuando Charlie Kauffman (en el mejor papel de Nicholas Cage ever) pasea por la exposición de orquídeas, a la que, por cierto, ha invitado a un par de chicas a acompañarle recibiendo sendos -¿y merecidos?- rechazos. El tipo camina concentrado, fijándose en cada una de las flores, y trata de relacionarlas con la especie a la que cree que pertenecen. De ahí empieza a mirar a las chicas que le rodean tratando también de intuir de qué especie de mujeres se trata. La transición es inexistente, la idea sublime, el link brutal; la clase de momentos que por sí solos hacen que una peli merezca -y mucho- la pena.

La segunda es más obvia, pero no menos contundente. El hermano gemelo de Charlie, Donald -¿adivináis? el segundo mejor papel de Cage ever-, que durante todo el metraje te ha estado pareciendo un auténtico gilipollas, le da la revelación que lo cambia todo. Charlie le está recriminando a su hermano que nunca se entere de nada y le recuerda una tarde en el instituto en que le observó desde la ventana de la biblioteca. Aquel día Donald se acercó a hablar con la chica que le gustaba y al alejarse la tipa empezó a reírse de él. 'Y tú no te diste cuenta' -le dice Charlie. Y él le responde que sí, que claro que oyó como se mofaba, pero que eso no fue importante para él. Porque él la quería y ese amor era suyo, él era el dueño. O lo que es lo mismo: uno es lo que ama, no lo que le ama. Toma, toma y toma.


y 2.

Estamos que nos salimos. Porque también hay un par de canciones tremendas que han aparecido estos días como por arte de magia.

La primera es la increíble interpretación de María Rodés de 'Tres puñales', una copla clásica que debe tener, qué sé yo, 60 o 70 años. Es una canción desgarradora, como lo son todas las coplas del mundo. Habla de indiferencia, de sangre, de traición, de acero frío: joder, habla de muerte. Pues bien, la suavidad de esa voz hace que el tema se convierta en un susurro, una puñalada certera y dulce, y eso la convierte prácticamente en un milagro.

Y la otra. Ay la otra. 'Actores poco memorables', que por sí sola fue capaz de acabar con dos días seguidos de ansiedad, de estrés y de ese tipo de frío que se te cala hasta los huesos. Porque lo ha vuelto a hacer. Porque se ríe de todos nosotros -y sobre todo de sí mismo. Porque hace mucho que dejó la piedad por el mundo en la cuneta y la pobre ahí sigue. Porque hay que tenerlos muy bien puestos para exponerte con esa distancia y esa frialdad y esa crueldad para con tus propios dramas. Porque -de nuevo- le pone esa mezcla de cinismo y lírica que él maneja como nadie. Porque en fin (por fin), vuelve el hombre, y parece que vuelve con canciones de esas que harán que tiremos el Vandral por la puta ventana. Tan jodido y adorable: welcome back, bendito seas.



 

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