lunes, 3 de junio de 2013

Últimamente.

1. La vuelta al templo donde lo ganamos todo, que no es como volver a casa en Navidad pero se le parece mucho. Que esa noche por casualidad estuviera puesta en la tele la final de Wembley, aquella que no recordamos porque se nos ocurrió la brillantérrima idea de quedar antes para comer una paella, por aquello de hacer la previa y como si hubiéramos nacido ayer y no supiéramos ya de lo que van las previas. La vuelta al templo, iba diciendo, y estar a punto de repetir la ristra de chupito-goles en modo retroactivo. Con toda la seriedad del mundo y como si fuera, porque en parte lo era, la mismísima primera vez que la veíamos.

2. El paseo infinito por Varsovia que duró cuatro días, bajo un sol que ni en Copacabana. Pasar del underground al hipster en cuestión de segundos. Tomar tropecientos tranvías con la mística que tienen los tranvías y más en una ciudad del este. Ponernos al día de todo, arreglar el mundo y hacerlo con la distinguida chapucería que nos ha caracterizado desde siempre. Coger algo tan típicamente español como es la sobremesa y llevarlo a las puertas de un bar polaco sentados sobre cajas de Coca-cola frente a un inmenso arco iris. Y a cervezas de las que se miden por litros, decalitros y hectolitros. Descubrir que las ciudades llenas de bosques son posibles, por mucho que este país se empeñe en demostrar lo contrario. Y todo sobreviviendo a dos trayectos en Ryanair, lo cual es sobrevivir muchísimo.

3. Una noche (de primavera y del Primavera) a las 10 de la mañana, en uno de los guiños sabineros que más gracia me ha hecho ever. Llegamos a Gracia después de un periplo que ni el mismísimo Ulises escenario arriba escenario abajo. Habíamos oído todo lo oíble, habíamos hasta bailado. Había sido legendario, y eso hubo que celebrarlo. Celebrarlo más, me refiero. Así que terminamos desayunando cerveza (¿qué si no?) y dando de bruces con el día de encierro postfestival más grande nunca visto, que hasta cayó algún chupito de licor café y nos tragamos Corina descojonados. Que hay que tener estómago y tragaderas. Respectivamente.

4. El domingo que vivimos peligrosamente, porque elegir un sábado o víspera de festivo ni se nos pasó por la cabeza. Fue cosa de un simple giro del destino, el que convirtió un cortado en un gintonic que a su vez, y a falta de panes y peces, cogió y se multiplicó, el muy canalla. La ceremonia religiosa se ofició con toda la parroquia prácticamente de rodillas, que es la única forma de oficiar estas cosas, dando gracias por no tener unos juegos de mantillas a mano. Lo de levantarse el lunes. Hoy. Hace un rato. Unas horas nada más. Ha sido. Directamente. Obra. Del mismo. Diablo.

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