1. La vuelta al templo
donde lo ganamos todo, que no es como volver a casa en Navidad pero se le parece mucho. Que esa noche por casualidad estuviera puesta en la tele
la final de Wembley, aquella que no recordamos porque se nos ocurrió la
brillantérrima idea de quedar antes para comer una paella, por aquello de hacer
la previa y como si hubiéramos nacido ayer y no supiéramos ya de lo que van las previas. La vuelta al
templo, iba diciendo, y estar a punto de repetir la ristra de
chupito-goles en modo retroactivo. Con toda la seriedad del mundo y como si
fuera, porque en parte lo era, la mismísima primera vez que la veíamos.
2. El paseo infinito por
Varsovia que duró cuatro días, bajo un sol que ni en Copacabana. Pasar del
underground al hipster en cuestión de segundos. Tomar tropecientos tranvías con
la mística que tienen los tranvías y más en una ciudad del este. Ponernos al día de
todo, arreglar el mundo y hacerlo con la distinguida chapucería que nos ha caracterizado desde siempre.
Coger algo tan típicamente español como es la sobremesa y llevarlo a las puertas
de un bar polaco sentados sobre cajas de Coca-cola
frente a un inmenso arco iris. Y a cervezas de las que se miden por litros, decalitros y hectolitros. Descubrir
que las ciudades llenas de bosques son posibles, por mucho que este país se
empeñe en demostrar lo contrario. Y todo sobreviviendo a dos trayectos en
Ryanair, lo cual es sobrevivir muchísimo.
3. Una noche (de primavera y del
Primavera) a las 10 de la mañana, en uno de los guiños sabineros que más gracia
me ha hecho ever. Llegamos a Gracia
después de un periplo que ni el mismísimo Ulises escenario arriba escenario abajo. Habíamos oído todo lo
oíble, habíamos hasta bailado. Había sido legendario, y eso hubo que
celebrarlo. Celebrarlo más, me refiero. Así que terminamos desayunando cerveza (¿qué si
no?) y dando de bruces con el día de encierro postfestival más grande nunca
visto, que hasta cayó algún chupito de licor café y nos tragamos Corina
descojonados. Que hay que tener estómago y tragaderas. Respectivamente.
4. El domingo que
vivimos peligrosamente, porque elegir un sábado o víspera de festivo ni se nos pasó por la cabeza. Fue cosa de un simple giro del destino, el que convirtió un cortado
en un gintonic que a su vez, y a falta de panes y peces, cogió y se multiplicó, el muy
canalla. La ceremonia religiosa se ofició con toda la parroquia prácticamente
de rodillas, que es la única forma de oficiar estas cosas, dando gracias por no
tener unos juegos de mantillas a mano. Lo de levantarse el lunes. Hoy. Hace un
rato. Unas horas nada más. Ha sido. Directamente. Obra. Del mismo. Diablo.
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