jueves, 7 de enero de 2016

Cuento de Navidad.


Como todas las buenas historias, la de esta Navidad fue un juego de claroscuros. De sentirme bien, muy cómoda, en alguna parte, y de querer salir corriendo al día siguiente, vencida por la tensión o la pena. Vinieron ellas, para que bebiéramos todo lo posible juntas y para despedirlas con ese punto de tristeza de saber que pasarán unos meses antes de que volvamos a encontrarnos en algún lugar del mundo. Fueron días de meter –bastante- la pata y de luchar –bastante, también- para reconstruir esas hermosas catedrales que siguen siendo igual de hermosas y de catedrales a pesar de los grandes desastres, que parece que si no nos matan tal vez algo nos fortalezcan.

Marcharse fue tan bonito como necesario; estar rodeado de las 12 o 14 personas que significan tanto que no puedo contarlo aquí y ahora. Reírse, cantar y contar las uvas, ver el Concierto de Año Nuevo, ir a buscar pasta como fuera, montar un tremendo resacódromo. Echarle de menos para, al verle llegar, saber que no quería que se fuera. Seguir trazando ambiciosos planes, creyendo que sí se puede. Y terminar con una tarde de Reyes dulce. Que cerrara, con goles y con ternura, todo lo demás.

Luego el balance, para un año que tuvo algún traspié pero también grandes momentazos. Haber estado en Madrid, en San Sebastián y en Madeira juntos. Que Tossa de Mar aún no se haya recuperado del susto tras aquella noche de mayo. Haber descubierto a James Rhodes y a San J. R. Moehringer: benditos sean. Que ver semana a semana a mi señor abuelo me enseñara más sobre el paso del tiempo de lo que nunca supe. Haber aprendido sobre literatura en los márgenes mientras pasaba el otoño. Asistir a un nuevo Festigan y que fuera enorme. Haber escuchado tanto a Xoel. Hacer la misma foto en Serrat y seguir siendo -y estando- los mismos. Haber visto Un día perfecto, y también Victoria. Entender que ahorrarse un par de cañas y no cenar tan tarde tampoco es tan mala idea. Y Dublín y Croacia y Girona y esa cala tan bonita en ese día tan diciembre.

Dos mil dieciséis, que se dice pronto. Habrá que sumar y seguir, claro. A la espera de una nueva primavera. 

Qué, si no. Si no, qué.

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