1. Viajar a horas
normales no nos pone. Poner el despertador a las 4 de la mañana sí. Así que ahí
vamos, pasando el control de seguridad con un alijo de fuet de pavo (¡!) y aún
más bostezos.
2. No había una furgo
más grande a mil millas y Eslovenia era una fiesta. Que no nos Rovinj en los
peajes invisibles y llegar al calor más tropical para arreglarlo con el primer
chapuzón croata. Este bareto mola: bañito y más pivo.
3. Operación comprar un
mapa y llegar al parque de atracciones de la colchoneta de playa: check. No, cambiar a
las rocas más bonitas de la zona y encontrar el paraíso en modo reading área y
celebrarlo cenando unas pizzas, cachorrito lindo mediante. Y esto es así: a grandes
rakias, estupendos maceteros.
4. El parque natural era
la monda y la puesta de sol en el agua más, casi tanto como las fotos perfectas o conseguir el VIP de
las farmacias locales. ¿Que el camarero mola? Pues acoso masivo y rondas de
chupitos sin control, que la pobre novia aún no lo reconoce.
5. Adiós, Rovinj y hola
Krk (compren vocal, anda), y el puente no era tan largo y la urbanización
apenas un antro dominguero. Eso sí: las visitas se reciben en chiringos y a lo
loco y si hay que andar se anda hasta el pueblo y más allá -manque el Barça
pierda. De colofón, bañito nocturno y comuna.
6. De ahí a la playa
bonita con chófer y al deporte extremo (¡ya lo tienes, Mari!) a base de
Carlovacko, saltos de sombrillo y pistachos. Para terminar descubriendo la capital en modo más vale
tarde que nunca: buscando cena a medianoche.
7. Que diluvie en Pula
no es un problema cuando puedes comerte tres vacas y cinco cerdos, pizzas para
picar mediante. Visita bonita al anfiteatro y a las proyecciones fantasma y
excursión al parque natural tremendo y cena de despedida en el mercado local
contando kunas como posesos, que no nos quedamos fregando platos de milagro.
8. Que las copas no te
impidan ver Venecia. Así que trazamos un road trip animal por 3 países para
devolver la furgo en perfecto estado (yeah), encontrar una consigna nada turbia
y plantarnos en un vaporetto fascinadas. Todo en 4 horas: po-de-mos.
9. Y la historia termina
con un festival de la máscara y un botellón de limoncello, que es como terminan
las cosas que molan. Después de no conseguir un café a derechas en una semana,
vivir en Matalascañas y en Beverly Hills, jugarnos el tipo en millones de
rocas, navegar a bordo de una colchoneta -no desinflable- y hacer veinte mil
turnos de ducha y tres mil millas, a milla por selfie más o menos. Por no hablar de los aspersores de grappa, del usb inhumano o del misterio del medio sandwich perdido.
10. Parece que lo hemos vuelto a hacer: éramos pocos y cayó Croacia. Y es que al final, ya
se sabe: ante la duda, aventura. Y oye: todo por 15 euros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario