viernes, 12 de junio de 2015

Y retorcerlo hasta que deje de doler.

Qué manera de fijarnos en las cosas que no tenemos. Mientras las que sí se nos escurren como sanguijuelas de las manos. Y luego es demasiado tarde; siempre es demasiado tarde. Tan poco control sobre la angustia que es profunda y es feroz, campando a sus anchas por el pecho día y noche, jugando al animal malherido que es. Y la imperiosa necesidad de reventarlo todo y salir corriendo cuando lo que hay fingir es justo lo contrario. Fake it until you make it. Respirar hondo, todavía más, cuando habría que escribir acompasado. Y convencerte de que serás más fuerte o no serás, que nada es jamás tan grave. Apretar los párpados, de nuevo convertidos en metralla. Cuántas veces susto, cuántas veces miedo. Que rendirse, otra vez, no se contemple como opción. Y que el rímel, otra vez, se vaya al mismo carajo. Dormir como un espejismo, la posibilidad de una isla. Todo aliñado con una infinidad de campañas absurdas. Con él que se muere. Bajo la atenta mirada. Ay, la incondicionalidad. Una canción. Las mandíbulas apretadas, como los puños. Y un suspiro más: otro.

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