Pero por si acaso. Por
si aún no le han dicho que estuvo ahí como nadie. Que pese a ser un idiota en
muchas cosas, en esto siempre fue irreprochable. Que su lealtad para con él era
infinita y que es imposible que no estuviera increíblemente orgulloso del tipo
en que se había convertido.
Por si se le olvida
recordar que cayera quien cayera nunca faltó a una de sus citas.
Y también por si estos
días anda bebiendo demasiado. O demasiado poco, que sería igual de terrible.
Por si le ha dado por pasear por los bajos fondos. Por si no le apetece
escuchar música o ha dejado de leer. Por si hace demasiados días que no se deja
acariciar. Por si siente esa clase de frío que es tan difícil sacarse de encima con abrigos. O por si se despierta en plena noche y al tomar
consciencia de lo que pasa se le viene el mundo encima. Por si ha encajado
regular el derechazo. Por si le está dando por llorar o por gritar en susurros, cabizbajo, ‘¿dónde
estás?’.
Quizás soy lo que menos
necesita.
Pero por si acaso. Por
si él solo no se da cuenta de lo que se le echa de menos cuando desaparece. Al menda
con los cuellos gastados de vacilar. Al chico dulce y cafre, tierno y algo
estúpido, inteligente y macarrita. Al mejor contador de historias de este lado
de Alabama. Por si esto ayuda a quitarle la lluvia de los zapatos y a
suavizarle las patas de gallo. Por si pronto necesita una cerveza bien tirada.
Por si le recuerda que siempre se la jugó como un valiente.
Porque, y puede que ahora no se lo crea, es un valiente.
Quizás soy lo que menos
necesita.
Lo cual no era razón para no mandarle esto. Con un millón de besos de propina.
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