miércoles, 31 de agosto de 2016

31 de agosto.

En  un momento del libro que ando leyendo, alguien le dice a la protagonista que no podemos llegar a comprender del todo a otra persona, que nunca lo lograremos. Sospecho que tiene razón.

Quizás la única opción sea escuchar y –qué difícil- juzgar lo menos posible. Aunque duela. Intentar mirarnos en ese espejo que son los demás y probar a reconocernos, porque al final todas las grandes batallas se parecen y también se parecen sus cicatrices. Vivir con un poquito de miedo, el justo, que nos recuerde el valor de lo que está ahí. Ser conscientes para no fallar, andar bien despiertos para que no vuele.

Los días sí: los días vuelan. El final del verano está cerca y aún con todo lo que hemos aprendido algunos fantasmas, malditos, reaparecen. Haberse dado entera como único antídoto posible. Para dormir bien. Para sonreír por lo que sí vamos logrando, ni que sea a pasitos diminutos. Intentar ser justa y generosa y algo menos peleona y un poquito más paciente. Y ojalá.

Ni un verano sin su isla. Córcega, que pintaba preciosura, lo fue más. Nos enseñó que las carreteras tienen curvas por algún motivo. Que el camino no tiene que ser fácil o ser recto: tiene que dejarnos boquiabiertos.

Septiembre, de nuevo. Y seguir conduciendo.

No hay comentarios.: