miércoles, 18 de noviembre de 2009

Latitudes.

En el muelle de San Lorenzo
un niño se mira en un espejo gris y azul
y no quiere hacerse mayor
por más que el orbayo, tan dulce y tan traidor y tan norteño,
le empuje a sus brazos de plomo.

En un pueblo de Cuenca
una niña renace
se retuerce y chilla
y toca las nubes de gajos naranjas con las manos diminutas
y con los labios ardiendo
y los conejos corren, felices, huyendo de las cazuelas humeantes
y el arroz va a dormir solo.

En Manhattan alguien camina despacio
con las lágrimas esprintando por el cuello
y sale el sol y vuelve el día
y piensa que todas las ciudades son más o menos la misma
y que no vivió en ninguna todavía.

En una habitación de un hotel dos amigos
se abrazan y se miran tan adentro y se dicen
que nunca dejarán de ser amigos
y se muerden como locos
mientras envejecen sin saberlo
y sin saber que nunca dejarán de recordarlo.

En una isla una mujer escribe cientos de recuerdos
y recuentos interminables
y abre otro vino blanco
y cuando anochece todo es más sórdido
pero más lejano.

No hay comentarios.: